Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 25 de septiembre de 2010

SOBRE EDUCACION OBLIGATORIA.

En la entrada que hace unos días dediqué al tema de la educación -mala-, me hicieron un comentario que, en mi opinión, puede suscitar un debate interesante.

* * *

Daniel dijo...
Pienso que hay que suprimir la enseñanza obligatoria. No creo que la cultura o la educación deban estar al alcance de todos y mucho menos, obligatoria.
Es como cuando la mili era obligatoria y consintieron la objeción de conciencia. Pues con la enseñanza, igual, el que no quiera estudiar que lo dejen en casa. Al fin y al cabo, la ignorancia debe ser un derecho, y de paso, no molestar a los que de verdad quieran estudiar y superarse.
* * *

Bien, amigo Daniel; mi idea sobre la educación es la que viene definida por los puntos 23 y 24 de la Norma Programática de la Falange, que dicen así:

23. Es misión esencial del Estado, mediante una disciplina rigurosa de la educación, conseguir un espíritu nacional, fuerte y unido e instalar en el alma de las futuras generaciones la alegría y el orgullo de la Patria.Todos los hombres recibirán una educación preliminar que los prepare para el honor de incorporarse al Ejército nacional y popular de España.
24. La cultura se organizará en forma de que no se malogre ningún talento por falta de medios económicos. Todos los que lo merezcan tendrán fácil acceso incluso a los estudios superiores.
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De esto se deriva que la enseñanza es un derecho del ser humano, y una obligación del Estado, y que este debe poner todos los medios para lograr que nadie carezca de una enseñanza adecuada, tan completa como sus facultades le permitan, y accesible.
Hablo de enseñanza, no de educación, porque la enseñanza es sólo una parte de la educación. El Estado tiene la obligación de hacer accesibles los conocimientos; y entre ellos, los destinados a la vida social que permiten al individuo humano convivir con sus semejantes. No se trata -como pretende la llamada Educación para la ciudadanía- de adoctrinar para el socialismo o la homosexualidad, el realganismo o la desvergüenza; sino de inculcar el respeto a la Ley, el respeto -no la gilipollez de tolerancias y mandangas similares- a los demás, y los valores de la vida en sociedad. Y, por supuesto, el sentido de ser español, dado que en ningún país del mundo -salvo acuerdos internacionales específicos- tiene un extranjero derechos civiles.
El Estado, pues, tiene obligación de poner a disposición del individuo una enseñanza adecuada, y de facilitarle el acceso a la misma hasta el máximo nivel que cada uno sea capaz de alcanzar. Lo que no puede el Estado, es rebajar el listón de exigencia hasta el nivel del más bajo, porque eso representa un perjuicio a los demás.
Como bien dice Daniel, el que no quiera estudiar que no estudie; pero el Estado debe ofrecerle la posibilidad de estudiar, y debe exigirle la asistencia a los centros de enseñanza. Si no la puede aprovechar por incapacidad, se deberán poner los medios para hacerle los estudios mas accesibles; si no la aprovecha por pereza o por vagancia, es cuenta suya. Incluso podría el Estado permitir la enseñanza en casa, para los padres que así lo quisieran, siempre y cuando los educandos se sometieran a unas pruebas regulares donde demostraran haber alcanzado el nivel exigible a su edad.
Pero en ningún caso debe retrasarse al resto para igualar por debajo con los incapaces o los vagos, porque eso es perjudicar a los que tienen capacidad y se esfuerzan.
¿Qué hacer, por tanto? Pues poner a cada uno donde sus capacidades y merecimientos lo sitúen. Al que quiera estudiar que se le facilite el estudio; y al que no, que se le inculque, al menos, que no va a hacer su real gana por encima de los demás.
Y a los que andan al borde de la delincuencia -porque las noticias que a veces saltan sobre colegios o institutos son demenciales-, enseñarles de forma clara que eso no se puede hacer.
Bien; esta es mi idea, así a vuelapluma, porque mi circunstancia familiar no me permite en estos momentos profundizar más. Quede ahí para que, si alguien gusta, ofrezca otras ideas.

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