Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 31 de diciembre de 2010

SOBRE CIENTIFICOS AGRESIVOS.

Me llega el enlace a una noticia que publica Forum Libertas, y con el titular queda claro de qué va: Científicos ateos, de aquelarre “la ciencia ha de acabar con la religión”
Ni que decir tiene que respeto y admiro profundamente a quien hace de su vida un esfuerzo continuado por acercarse al conocimiento, por descubrir esas misteriosas relaciones que nos describen la física o la química; por acercarnos a la maravillosa arquitectura de la biología y a la esperanza alegre de la medicina; por describirnos los cielos y la tierra para que cualquiera -incluso yo- comprenda la belleza de las galaxias y la fragilidad de las placas tectónicas.
Pero, para mí al menos, la ciencia es fruto de una perenne curiosidad. Querer saber los cómos y los porqués de las cosas -eso que nos hace diferentes de los animales- es el fundamento de la ciencia. Algunos animales -los simios que usan palos, las aves que usan piedras- pueden alcanzar, siquiera inconscientemente, los para qué. Pero los porqués son exclusivamente humanos.
Cuando la ciencia deja de preguntarse los cómo y porqué, deja de ser ciencia y se transforma en imposición y superchería. ¿Qué fue, sino superchera imposición -no tanto de la Iglesia sino de los astrónomos de la época, ligados al geocentrismo-, la condena del heliocentrismo de Galileo?
En fin, digo todo esto para sustentar mi idea de que para ser científico no basta con autoproclamarse como tal, sino tener y mantener unas cualidades determinadas, más allá del apesebramiento. Y lo digo, porque esos científicos a que aludía al principio se propusieron -desde la comodidad de sus más o menos relevantes puestos agarbanzados- en una reunión mantenida en noviembre de 2006, hacer todo lo posible para debilitar la posición de la religión, trabajar contra la escolarización religiosa, y sustituir la religión por una mística del “todo está bien en el mundo material, tal como debe ser”.
“Enseñemos a nuestros hijos la historia del universo y su increible riqueza y belleza. Es mucho más glorioso y sobrecogedor e incluso reconfortante que nada que yo conozca ofrecido en alguna Escritura”,
decía Carolyn Porco. “Ofrezcamos el Universo a la gente. Estamos en el Universo y el Universo en nosotros. No conozco un sentimiento espiritual más profundo que estos pensamientos”, predicaba el astrofísico Tyson. Y un tal Sam Harris, cargaba sobre la ciencia el peso de dar felicidad: “es tarea de la ciencia presentar un informe plenamente positivo de cómo ser felices en este mundo y reconciliados con nuestras circunstancias”.
Afortunadamente, otra autodenominada científica nos da la respuesta: para Patricia Churchland, de la Universidad de San Diego California, nuestros valores éticos y morales tienen una base bioquímica y de dinámicas de grupo animal; no necesitan un apoyo religioso. Somos animales sociales que cuidamos nuestras relaciones, dijo.
Pués ahí esta, ellos mismos se lo dicen: son animales.

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