Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 27 de noviembre de 2010

SOBRE LA EUTANASIA NUEVAMENTE.

Prosigamos con el tema, puesto que entiendo que este intercambio de razones está siendo de interés para los lectores, y siempre merece la pena debatir con las personas que saben hacerlo.
En la última entrada sobre este asunto, José comentó lo siguiente:
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jose ha dejado un nuevo comentario en su entrada "MAS SOBRE LA EUTANASIA.":
Hola,
Muchas y muy oportunas son sus consideraciones. Como siempre, procedamos mediante distinciones.
Eutanasia: ética.
Definamos eutanasia como matar a otro con la intención de privarle de una vida en que hay más de disvalioso que de valioso.
Definamos eutanasia voluntaria como aquélla que se realiza a petición expresa de la víctima, y sólo de la víctima.
Definamos eutanasia involuntaria como toda la que no cae dentro de la definición de eutanasia voluntaria. Ejemplos de ésta serían: eutanasia sin petición de nadie, eutanasia a petición de personas distintas de la víctima (como su familia, la dirección del Hospital, o la Administración).
Mi creencia moral es que si la futura víctima pide que la maten porque cree que no vale la pena seguir viviendo y ésta es una creencia formada conociendo bien todos los hechos relevantes y pensando claramente, entonces está moralmente permitido que la persona a quien ha hecho dicha petición cumpla con ella matándola. Es decir, es tan moralmente correcto cumplir con la petición como negarse a cumplirla.
Asimismo creo que en todos los otros casos existe el deber moral de no cumplir con la petición.
Eutansia: derecho
El problema de la eutanasia no se plantea actalmente con carácter general, sino sólo en una de sus especificidades. Nos peguntamos si es adecuada la legalización de la eutanasia voluntaria cuando:
a) Quien realiza la petición es un paciente.
b) A quien se dirige la petición es un facultativo.
c) El paciente padece dolores graves, crónicos e incurables dado el estado actual de la ciencia médica
Asumamos que se dan los requisitos que he enumerado para que sea moralmente correcto que el médico atienda la petición del paciente.
Ello no basta: ahora cabe preguntarse si es prudente legalizar este tipo de eutanasias voluntarias.
Por mi parte creo que:
a) La permisión legal de la eutanasia voluntaria en estos casos debe estar acompañada de la promoción de los cuidados paliativos. Sólo cuando el paciente tiene a su disposición tales cuidados puede formarse un buen juicio acerca de si su vida le resulta o no soportable.
b) No todo médico ha de poder atender la petición ni seguir el proceso. Debe tratarse de facultativos que no tengan interés en la muerte del paciente.
c) La petición de muerte del paciente sólo puede tener validez tras asegurarse que recibe toda la información relevante y de garantizar que no padece ningún trastorno que le impida decidir su futuro por sí mismo.
d) El médico no ha de tener el deber legal de atender la petición el paciente, sino sólo la facultad legal de hacerlo. Es lo que algunos llaman derecho a la objeción de conciencia.
Pero bueno, no conocemos el texto de la reforma. Lo tomaré como bueno si encaja en lo que digo y como malo si es de otro modo.
Por supuesto, entiendo que quienes creen que la eutanasia voluntaria es moralmente incorrecta en todo caso tengan dificultades en aceptar una legislación que la permita. Pero eso ya es una discusión de filosofía política.
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Por supuesto -lo aclaro para aquellos que se hayan extrañado de que no use argumentos religiosos- estoy tratando el tema desde un punto de vista estrictamente ético y moral, entendiendo la moral en su etimología; esto es, las costumbres. Si lo hiciera desde un punto de vista religioso, la cuestión está clara: matar es pecado, el suicidio es pecado.
Pero no se trata de eso, sino de evaluar la necesidad o la bondad de una Ley.
En este sentido, diré que coincido con las precisiones de José en gran parte, aunque guardo algunas reservas en varios aspectos.
Partiendo de las definiciones de eutanasia voluntaria e involuntaria, que me parecen muy claras y totalmente correctas, haría una distinción entre pacientes que están inconscientes y los que conservan la consciencia y las facultades mentales.
En el primer caso -enfermos terminales e inconscientes- no se puede recabar su autorización y, de las declaraciones del señor Rubalcaba (1) se desprende que podrán tomar la decisión los familiares y los médicos. La futura Ley, por tanto, incumple uno de los requisitos que señala José como necesarios para que sea moralmente correcto aplicar la eutanasia. Se entiende que, si es la familia la que autoriza, será porque el enfermo no está en condiciones de hacerlo. En tal caso, no se puede saber qué desearía el paciente.
Se podría aducir que el enfermo tendría que dejar expresada su voluntad para tal caso, y ello abriría nuevos caminos al debate. Pero el hecho es que el Ministro no dijo nada al respecto en la presentación de la Ley.
Tampoco me parece bien que -de autorizarse- fueran médicos en nada relacionados con el paciente los que atendieran la petición. Si no hubiese más remedio, por mi parte exigiría que -por lo menos el estudio del caso- lo hiciera su médico habitual, mucho más capacitado para discernir si se trata de un deseo meditado y con toda la información necesaria, o de una momentánea depresión. Se da por supuesto que en el proceso, bajo ninguna circunstancia, se podría permitir la participación de un médico que tuviese interés en la muerte del enfermo.
Nos queda el caso de los enfermos que conservan la consciencia y las facultades mentales. Se puede pensar que si una persona, teniendo toda la información sobre su enfermedad y las consecuencias de la misma, y no siendo víctima de una depresión o de un ataque de desesperación, decide no esperar a que se le hayan de aplicar cuidados paliativos y prefiere morir en el momento, ¿por qué negárselo?
Entonces, lo que me pregunto es por qué tiene el Estado que autorizar que uno mate a otro, cuando ese otro que no desea vivir se puede suicidar si así lo quiere. Si yo quiero morir y no tengo el valor de suicidarme, ¿cargo a otro con la responsabilidad de matarme?
Según lo veo, un sólo caso quedaría fuera de las dos posibilidades citadas: la de la persona que, conservando la lucidez mental, no tenga el dominio de su cuerpo para poder poner fin a su vida. Sólo en esta situación entiendo que podría ser admisible permitir el suicidio asistido, facilitando al enfermo los medios para poner fin a su vida voluntariamente y por sus propios medios -esto es, sin que nadie lo mate, sino que simplemente le facilite la posibilidad- y siempre después de un profundo estudio psicológico del paciente.
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(1) "Se produce cuando alguien en el pasillo de un hospital recibe a un médico que le dice que un familiar, su madre, su hermano o su mujer, está muy mal, que se muere irremediablemente, y lo que es peor, nos tememos que lo va a pasar muy mal de aquí a que se muera, va a sufrir, y el familiar le dice al médico si no lo podemos evitarlo", ha explicado Rubalcaba.

SOBRE EL MURO.

Y no me refiero al disco de Pink Floid -bastante inferior a los anteriores, todo sea dicho-, sino al que quiere levantar el señor Montilla, charnego pata negra del socialismo andaluz trasplantado a Cataluña.
Para que no me digan que exagero o -directamente- que miento, aquí está la referencia de El Plural:
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José Montilla llamó a la ciudadanía catalana a “alzar un espigón alto y fuerte, un muro que resista la envestida de las olas y que defienda el Estado del Bienestar, las políticas sociales, la justicia y el autogobierno, un muro muy alto y muy fuerte construido por toda la gente de izquierdas y progresista de este país”.
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(Entre paréntesis: la cita es un simple corta y pega, de modo que la V de envestida es de los analfabetos de El Plural)
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Cataluña siempre había presumido -y generalmente con razón- de cosmopolitismo, de europeísmo, de progresismo -que no es lo mismo que giliprogresía-, de avanzada cultural. Esto es: de todo lo contrario a lo que los separatistas decían que representaba el resto de España, que a su juicio -a veces también con razón-, era cerrada, vuelta sobre sí misma.
Ahora resulta que el Partido Socialista -y separatista, salvo cuando llegan las elecciones y hay que recabar el voto de los charnegos que no han tocado poltrona como Montilla-, quiere levantar un muro muy alto y muy fuerte. O sea, cerrar Cataluña, aislarla del mundo, no sólo por la imposición paranóica de un idioma minoritario, sino por la creación de un muro.
¿Será que la memoria genética tira mucho, y no se les va de la cabeza el Muro de Berlín, logro máximo del socialismo real, para cuyo derribo ni siquiera hizo falta maquinaria pesada?

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