Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 30 de octubre de 2012

SOBRE DIALOGO Y LEY, CON UN RAJOY AL FONDO.

Según cuenta El Mundo, don Mariano Rajoy ha asegurado que la situación actual con Cataluña se va a superar desde el diálogo y la Ley, que es donde están, dijo, los demócratas, la gente sensata y con sentido común.

Con estas palabras, el señor Rajoy habrá satisfecho a los quiero y no puedo, los tibios y los cobardes de su partido. Habrá extasiado de puro gozo a los flojeras, a los de tripa suelta, a los tontos cum laude y a los cabrones con pintas. Habrá enloquecido de placer a los moderaditos, los acomodaticios, los liberaloides sin gallardía y los derechistas sin vergüenza.

A mi, como soy falangista y no necesito camuflarme-, las palabras del señor Rajoy me parecen -amén de una gilipollez de las que le son tan propias- una contradicción en sus términos.

Porque -precisamente en una Democracia, en un Estado de Derecho del tipo que sea- lo que debe primar sobre cualquier consideración es el respeto a la Ley. Siendo así, ¿de qué hay que dialogar?, La Ley se cumple, y punto. Si la Ley no sirve, no es buena, no convence ni satisface, se deroga o se modifica de acuerdo con las normas que determinan el proceso. Pero mientras esté vigente, se cumple.

Y si las leyes vigentes -la Constitución, por ejemplo; que es una mierda, pero es lo que hay- determinan que las Fuerzas Armadas salvaguardarán la unidad nacional y la integridad territorial de España, no cabe diálogo. Sólo cabe -en un gesto de buena voluntad, de condescendencia, casi de pacifismo- permitir al señor Mas y sus cómplices que canten la gallina, que pidan perdón -por televisión y en directo- por su incitación a la sedición y que -si muestran arrepentimiento y buena conducta- el juez les avíe con la inhabilitación a perpetuidad para cargo público.

Cuando la Constitución dice lo que dice en su artículo 1 -la soberanía reside en el pueblo español-; en su artículo 2 -indisoluble unidad de la Nación española-; su artículo 8 -las FAS son garantes de la integridad territorial de España-; en su artículo 14 -no discriminación-; en su artículo 30 -derecho y deber de los españoles de defender a España-; en su artículo 92 -condiciones para la convocatoria de referéndum-; en el Capítulo 1º del Título VIII -organización territorial del Estado-; artículo 149, 1, 32 -competencia exclusiva del Estado para convocar referéndum-; y, finalmente, en su artículo 155 -meter en vereda a las autonomías que vulneren la ley-; cuando la Constitución, señor Rajoy, dice todo esto, ¿de qué quiere usted dialogar?

Cuando, además, el Código Penal, -artículo 472, 5- considera delito de rebelión la declaración de independencia de una parte del territorio nacional, y condena -artículo 506- con pena de prisión de uno a tres años, y de inhabilitación para cargo público de seis a doce años a la autoridad que dictare disposiciones careciendo de atribuciones para ello, ¿qué coño tiene usted que dialogar, señor Rajoy?

SOBRE LA REPRESION DE MINTEGI.

La señora Mintegi -que digo yo que en español será Mintegui, pero bueno, así lo escribe El Mundo-, es la filoetarra de EH-Bildu que dentro de unos días gobernará, bajo la sombra protectora del PNV, en Vascongadas.

Esta señora -o lo que sea, que vaya usted a saber, aunque yo si que lo sé- se ha quejado amargamente por la detención de unos etarras en Francia, afirmando que no puede aplaudir una operación de represión y  que el Gobierno español no sabe lo que significa un proceso de paz, no tiene ni idea.

En fin, señora Mintegi: se nota que a usted se le han subido las nueces que anunciara el padre Arzallus; esas que sus compinches de ETA han conseguido sacudiendo el árbol. Porque, en primer lugar, la detención ha tenido lugar, como queda dicho, en Francia, así es que no cabe acusar al Gobierno español de nada. Quéjese usted a Francia, y verá lo que le responden, porque los franceses son gente seria en sus cosas, y siguen luchando contra el crimen organizado etarra, gracias a Dios y a que saben lo que es un Estado de Derecho, algo que en España desconocemos desde hace demasiado tiempo.

Con respecto a si el Gobierno español sabe lo que significa un proceso de paz, déjeme recordarle -o no me deje, que me da lo mismo- que la criminal detenida controlaba armas y explosivos, según informa El País.

¿No le parece que quien no sabe lo que es un proceso de paz es quien tiene en el armario armamento y explosivos, señora Mintegui?
 

lunes, 29 de octubre de 2012

SOBRE LA MÁXIMA ACTUALIDAD: 29 DE OCTUBRE

Hoy es 29 de Octubre, fecha que probablemente a muchos no les diga nada. Pero, incluso a los que esta fecha no les diga nada, tal día como este de 1933 se les ofreció una forma distinta -mejor- de entender la vida, de entender la convivencia y de entender la Patria.

Me dirán -acaso- que aquello es Historia, que está pasada, que los tiempos han cambiado y que recordar fechas de hace casi ocho décadas es pura nostalgia.

Eso me dirán los que no hayan leído lo que aquél día se dijo. Y para que tengan ocasión de comprobarlo, aquí les dejo con el discurso fundacional de la Falange, prounciado por José Antonio Primo de Rivera el 29 de Octubre de 1933.

Luego me dicen si no resulta de la máxima actualidad.

* * * * *

Nada de un párrafo de gracias. Escuetamente, gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo.

Cuando, en marzo de 1762, un hombre nefasto, que se llamaba Juan Jacobo Rousseau, publicó El contrato social, dejó de ser la verdad política una entidad permanente. Antes, en otras épocas más profundas, los Estados, que eran ejecutores de misiones históricas, tenían inscritas sobre sus frentes, y aun sobre los astros, la justicia y la verdad. Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de razón, sino que eran, en cada instante, decisiones de voluntad.

Juan Jacobo Rousseau suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, de jerarquía diferente a cada una de nuestras almas, y que ese yo superior está dotado de una voluntad infalible, capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto, el bien y el mal. Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana, sólo se expresa por medio del sufragio –conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos en la adivinación de la voluntad superior–, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que, en un momento, se suicidase.

Como el Estado liberal fue un servidor de esa doctrina, vino a constituirse no ya en el ejecutor resuelto de los destinos patrios, sino en el espectador de las luchas electorales. Para el Estado liberal sólo era lo importante que en las mesas de votación hubiera sentado un determinado número de señores; que las elecciones empezaran a las ocho y acabaran a las cuatro; que no se rompieran las urnas. Cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas. Después, a respetar tranquilamente lo que de las urnas saliera, como si a él no le importase nada. Es decir, que los gobernantes liberales no creían ni siquiera en su misión propia; no creían que ellos mismos estuviesen allí cumpliendo un respetable deber, sino que todo el que pensara lo contrario y se propusiera asaltar el Estado, por las buenas o por las malas, tenía igual derecho a decirlo y a intentarlo que los guardianes del Estado mismo a defenderlo.

De ahí vino el sistema democrático, que es, en primer lugar, el más ruinoso sistema de derroche de energías. Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que dedicar el ochenta, el noventa o el noventa y cinco por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder; a soportar humillaciones y vejámenes de los que, precisamente por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle; y si, después de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas en la madrugada, o de algunos minutos robados a un descanso intranquilo, en ese mínimo sobrante es cuando el hombre dotado para gobernar podía pensar seriamente en las funciones sustantivas de Gobierno.

Vino después la pérdida de la unidad espiritual de los pueblos, porque como el sistema funcionaba sobre el logro de las mayorías, todo aquel que aspiraba a ganar el sistema, tenía que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tenía que procurárselos robándolos, si era preciso, a los otros partidos, y para ello no tenía que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento. Y así, siendo la fraternidad uno de los postulados que el Estado liberal nos mostraba en su frontispicio, no hubo nunca situación de vida colectiva donde los hombres injuriados, enemigos unos de otros, se sintieran menos hermanos que en la vida turbulenta y desagradable del Estado liberal.

Y, por último, el Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: "Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal". Y así veríais cómo en los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separamos unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontramos con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y os encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas.

Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.

Ahora, que el socialismo, que fue una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse, porque dio, primero, en la interpretación materialista de la vida y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.

El socialismo, sobre todo el socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus gabinetes, los apóstoles socialistas, en quienes creen los pobres obreros, y que ya nos ha descubierto tal como eran Alfonso García Valdecasas; el socialismo así entendido, no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se suprime; la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados. Todo eso dice el socialismo. No hay más que producción, organización económica. Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad.

No aspira el socialismo a restablecer una justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en la injusticia a tantos grados más allá cuantos más acá llegaran en la injusticia los sistemas liberales.

Por último, el socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables, y se producen naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que las aplaque. Y el socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres.

Así resulta que cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido en toda suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas. Y así, nosotros hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esa España maravillosa, esos pueblos en donde todavía, bajo la capa más humilde, se descubren gentes dotadas de una elegancia rústica que no tienen un gesto excesivo ni una palabra ociosa, gentes que viven sobre una tierra seca en apariencia, con sequedad exterior, pero que nos asombra con la fecundidad que estalla en el triunfo de los pámpanos y los trigos. Cuando recorríamos esas tierras y veíamos esas gentes, y las sabíamos torturadas por pequeños caciques, olvidadas por todos los grupos, divididas, envenenadas por predicaciones tortuosas, teníamos que pensar de todo ese pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por campos de Castilla, desterrado de Burgos:

¡Dios, qué buen vasallo si oviera buen señor!

Eso vinimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza en ese día: ese legítimo soñar de España; pero un señor como el de San Francisco de Borja, un señor que no se nos muera. Y para que no se nos muera, ha de ser un señor que no sea, al propio tiempo, esclavo de un interés de grupo ni de un interés de clase.

El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría se arrastren muchas cosas buenas. Luego, esto se decora en unos y otros con una serie de consideraciones espirituales. Sepan todos los que nos escuchan de buena fe que estas consideraciones espirituales caben todas en nuestro movimiento; pero que nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo o al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas.

La Patria es una unidad total, en que se integran todos los individuos y todas las clases; la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible, con fines propios que cumplir; y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este día, y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de esa unidad permanente, de esa unidad irrevocable que se llama Patria.

Y con eso ya tenemos todo el motor de nuestros actos futuros y de nuestra conducta presente, porque nosotros seríamos un partido más si viniéramos a enunciar un programa de soluciones concretas. Tales programas tienen la ventaja de que nunca se cumplen. En cambio, cuando se tiene un sentido permanente ante la Historia y ante la vida, ese propio sentido nos da las soluciones ante lo concreto, como el amor nos dice en qué caso debemos reñir y en qué caso nos debemos abrazar, sin que un verdadero amor tenga hecho un mínimo programa de abrazos y de riñas.

He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla.

Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino.

Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio, nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un Municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo. Pues si ésas son nuestras unidades naturales, si la familia y el Municipio y la corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos, que, para unimos en grupos artificiales, empiezan por desunimos en nuestras realidades auténticas?

Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la libertad profunda del hombre. Porque sólo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros le estimamos, portador de valores eternos; cuando se le estima envoltura corporal de un alma que es capaz de condenarse y de salvarse. Sólo cuando al hombre se le considera así, se puede decir que se respeta de veras su libertad, y más todavía si esa libertad se conjuga, como nosotros pretendemos, en un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden.

Queremos que todos se sientan miembros de una comunidad seria y completa; es decir, que las funciones a realizar son muchas: unos, con el trabajo manual; otros, con el trabajo del espíritu; algunos, con un magisterio de costumbres y refinamientos. Pero que en una comunidad tal como la que nosotros apetecernos, sépase desde ahora, no debe haber convidados ni debe haber zánganos.

Queremos que no se canten derechos individuales de los que no pueden cumplirse nunca en casa de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política, por el hecho de serlo, la manera de ganarse con su trabajo una vida humana, justa y digna.

Queremos que el espíritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra Historia, sea respetado y amparado como merece, sin que por eso el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias ni comparta –como lo hacía, tal vez por otros intereses que los de la verdadera Religión– funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo.

Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia.

Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho –al hablar de "todo menos la violencia"– que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.

Esto es lo que pensamos nosotros del Estado futuro que hemos de afanamos en edificar.

Pero nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera que es una manera de pensar tan sólo; no es una manera de pensar: es una manera de ser. No debemos proponemos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa. Esta actitud es el espíritu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida. Así, pues, no imagine nadie que aquí se recluta para ofrecer prebendas; no imagine nadie que aquí nos reunimos para defender privilegios. Yo quisiera que este micrófono que tengo delante llevara mi voz hasta los últimos rincones de los hogares obreros, para decirles: sí, nosotros llevamos corbata; sí, de nosotros podéis decir que somos señoritos. Pero traemos el espíritu de lucha precisamente por aquello que no nos interesa como señoritos; venimos a luchar porque a muchos de nuestras clases se les impongan sacrificios duros y justos, y venimos a luchar porque un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes. Y así somos, porque así lo fueron siempre en la Historia los señoritos de España. Así lograron alcanzar la jerarquía verdadera de señores, porque en tierras lejanas, y en nuestra Patria misma, supieron arrostrar la muerte y cargar con las misiones más duras, por aquello que precisamente, como a tales señoritos, no les importaba nada.

Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!

En un movimiento poético, nosotros levantaremos este fervoroso afán de España; nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos, y de nosotros será el triunfo, triunfo que –¿para qué os lo voy a decir?– no vamos a lograr en las elecciones próximas. En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí nuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio. Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.

José Antonio Primo de Rivera
(29 Octubre 1933)

Emblema por gentileza de ARTURO ROBSY.

miércoles, 24 de octubre de 2012

SOBRE LAS DUPLICIDADES ABSURDAS.

Duplicidades que el gobiernillo autónomo catalán dice haber descubierto con respecto a lo que para ellos es el Estado; o sea, el Gobierno de España, para el resto del ancho mundo.

Según ha revelado -véanlo en El Mundo- un tal señor Homs, vocero -y voceras- del gobiernillo autonómico, un estudio del Institut d'Estudis Autonòmic, dice que la Generalidad de Cataluña es una mera gestoría administrativa. En lo cual, tanto los sesudos estudiosos autonómicos de ese Instituto, como el señor Homs, como el señor Mas, aciertan de pleno. Porque la Generalidad es un órgano administrativo del Estado Español, y sus mandamases simples funcionarios interinos de la Administración General.

Por otra parte, también tienen razón en lo de las duplicidades absurdas. Lo que ya no está tan claro, es que eso haga evidente que hemos de ir hacia el Estado propio. Porque lo que indica es que, si hay duplicidad de funciones, el órgano inferior sobra. Es decir: lo que hay que quitar es la autonomía.

lunes, 22 de octubre de 2012

ANIVERSARIO - Luis Tapia Aguirrebengoa.

Se cumple el aniversario del fallecimiento de mi camarada Luis Tapia Aguirrebengoa, amigo, maestro, guía y ejemplo para cuantos tuvimos la fortuna de conocerlo. Y se cumple, precisamente, en estos momentos en que la unidad de España está más a punto de perecer que nunca hasta ahora.

Sin embargo –pese a los aspavientos de periodistas, tertulianos, políticos y fauna diversa- nada de esto es nuevo. Lo que ocurre hoy, lo que ocurrirá mañana, ya fue dicho y escrito por quienes venteaban el aire del futuro, precisamente por conocer la Historia.

Hace 22 años -en el Nº 10 de EJE, Marzo de 1990-, mi Coronel Luis Tapia Aguirrebengoa lo avisaba así:




* * * * *

AUTODETERMINACIÓN, IMPOSIBLE

por Luis TAPIA AGUIRREBENGOA

Dice el punto primero de la Síntesis Ideológica y Programática de Juntas Españolas que España es una unidad histórica irrevocable. Y que, en cuanto entraña una grave contradicción, propugnamos la revisión del artículo 2- y la supresión del Título VIII de la vigente Constitución española, que admite el término nacionalidades referido a las comunidades regionales, puesto que no existe en nuestro territorio más nación que España, síntesis de peculiaridades regionales, culturales e idiomáticas que es preciso respetar, descentralizando al máximo la organización administrativa del Estado, con un único e insoslayable límite: la soberanía nacional reside únicamente en el estado de la nación española, y cualquier traspaso de competencias de este a las autonomías habrá de ser revocado y derogado a tocios los efectos.

Se trata de una profesión de amor a España y de una declaración de propósitos que podrían ser asumidas por cualquier partido u organización política que no contenga en su ideario el virus separatista. La Constitución debe ser reformada sin tardanza para arrancar de su texto cuanto respalde cualquier veleidad nacionalista.

Así sucede que casi desde los comienzos de la instauración democrática, y más aún en las últimas semanas, la autodeterminación se ha convertido en un tema muy delicado que ha originado enfrentamientos dialécticos y puede ser causa de graves tensiones. Todo comenzó en esta última fase con una desdichada sesión del Parlamento catalán, seguida por una iniciativa nacionalista vasca en la que se proclama que el pueblo euskaldún tiene derecho a la autodeterminación, haciendo alusión al autogobierno, aunque se omita, púdicamente, el término independencia, que ha estado en la mente de todos ellos, desde que Sabino Arana, en las postrimerías del siglo XIX, enarboló la bandera de la secesión.

Hay quienes se extrañan cuando, ante tan intolerable pretensión, nos escandalizamos los que, desde las entrañas, nos nace el amor a España. Y los mas extrañados, por lo que hemos oído y leído, son quienes creen que todo es posible dentro de la legalidad de un estado democrático, incluso la separación de una región o territorio, por el simple ejercicio del voto popular.

Siempre resultó inquietante jugar con el término, que, con el actual o parecido enunciado, nació cuando el romanticismo abrió en el siglo pasado la caja de Pandora de los nacionalismos, y aún ahora, en las postrimerías del siglo XX y del milenio, resulta extraño y confuso su significado. ¿Qué es autodeterminación? ¿Que pretenden sus partidarios? Mal que les pese a algunos, autodeterminación es secesión o independencia, y los que la exigen abogan por un Estado propio, escalando estadios autonómicos intermedios de autogobierno, representados por los modelos autonómico, de autonomía profunda, que es a la que aspiran ahora los nacionalistas vascos y catalanes, federal, en el sentido disgregador no unificador, y confederal, hasta recibir el último impulso que lleve a la separación total. Puede ser que aún se tarden años, diez, quince, una generación, pero siguiendo el actual camino vamos derechos hacia la disgregación nacional, cuando Europa y el mundo marchan en la dirección contraria, la del abatimiento de muros separadores y barreras fronterizas, creando superestados que conservan las variedades y peculiaridades de las naciones que los constituyen.

No nos quepa la menor duda, los nacionalistas españoles, sólo pretenden romper España, aquejados de la enfermedad del cantonalismo v el enfrentamiento, a la que tan propicia es nuestra individualista sociedad.

Nosotros, los hombres y mujeres de Juntas Españolas no comprendemos como aún quedan quienes creen que todo se reduce a una mera y beneficiosa descentralización administrativa, de la que somos partidarios, cuando los propósitos separatistas se presentan tan claros. El derecho a la autodeterminación -ha dicho un portavoz nacionalista- es la opción a constituirse, por propia y libre decisión, en estado independiente, o a separarse del territorio de un estado por elección mayoritaria de la población. Aunque, como antes se ha dicho, puede ser que todavía no esté el fruto suficientemente maduro, y que el desenlace sea a plazo medio. A este respecto, Arzallus cifraba en una generación el tiempo que podían aguardar para alcanzar la independencia. Mientras tanto, continuarán las presiones, las escaramuzas dialécticas, la petición de más libertades políticas, la escalada en el campo de las transferencias, pues mucho es lo alcanzado hasta ahora, pero aún quedan importantes aspiraciones que arrancar al débil estado español. He aquí algunas: en Cataluña, la catalanización lingüística, la reorganización territorial y la asunción de competencias y despliegue de los Mossos d'Esquadra; en el País Vasco, el despliegue de la Ertzaintza, simultáneo al repliegue de las fuerzas de seguridad del Estado, la transferencia de medios y facultades de la administración de justicia, la sustitución de la escuela pública estatal por la escuela publica vasca, y, a más largo plazo, la creación de un ejército vasco, con mandos autóctonos, para caso de una invasión extranjera (¿la española?) y la autorización de un banco nacional vasco. Y no piensen que éstas son exageraciones, que no somos dados a ellas, se trata de una denuncia formulada en la prensa de Bilbao, por Adolfo Careaga, ex diputado a Cortes.

Semejantes pretensiones son como querer forzar las leyes y el sentido de la Historia, pues ni el País Vasco ni Cataluña fueron nunca independientes, y la autodeterminación no aparece como fórmula política en la Constitución, ni podrá contemplarse nunca, pues cualquier reforma al respecto sería como legislar la propia autodestrucción del Estado. Y el alegato nacionalista de que la firma de la Caita de las Naciones Unidas lleva implícita el reconocimiento por España de este derecho, no es válido por referirse a los pueblos en vías de descolonización, y ni el País Vasco ni Cataluña fueron nunca colonias, Garaicocchea, ha dicho, también, que va a trasladar las aspiraciones vascas al Parlamento Europeo y al seno de la Alianza libre europea, que reúne a las diversas organizaciones nacionalistas del continente, lo cual es algo así como recurrir al Archipámpano de las Indias, ya que ni el primer organismo, ni menos el segundo tienen facultades para hacer nada en favor de su desdichada causa.

De todos modos, no puede ignorarse la gravedad del tema, cuyos resultados a ten tan contra la unidad de España, pues las actuales aspiraciones de autodeterminación pueden tomar la forma de una explosión nacionalista incontrolada, cuando agotada la capacidad negociadora del Estado, hechas por éste todas las concesiones posibles en el elástico marco constitucional maltrecha la soberanía española y preparada la sociedad española a aceptar lo inaceptable, se alcance el techo de la unidad nacional.

Se llega así al aspecto más delicado del problema, el de la unidad de España, incuestionable en los límites actuales del territorio nacional; nada ni nadie puede alterarla, no siendo válidas las urnas, ni supuestas reformas constitucionales para lograrlo. España ha existido a través de los siglos por voluntad de muchas generaciones de españoles, que la construyeron y sostuvieron, a veces con muchos sacrificios, y la determinación de una minoría de una cierta época carece de fuerza y de derecho a romperla mediante el cauce democrático del voto o el cauce bélico de la violencia. Es ineludible deber de todos los españoles defenderla, y el Ejército, pieza básica de la unidad, aplicará, sin duda, toda su fuerza y toda su pasión en el cumplimiento del mandato que el pueblo español le tiene confiado; varios Capitanes Generales así lo han proclamado. En principio, bastará con la disuasión de su presencia, pero si fuera necesario, recurriría a otros medios- Los españoles, incluidos los secesionistas, deben estar convencidos de que así se hará.

Procuremos entre todos que no sea necesaria la intervención del Ejército; unámonos, para ello, en un frente común ante los separatistas; no persistamos en el error cometido en los comienzos de la transición democrática, cuando se dio a los nacionalismos unas alas que ahora va a ser muy difícil cortar con procedimientos pacíficos. El punto de arranque del nuevo camino está, sin duda, en la reforma constitucional, y Juntas Españolas aboga por ella. Hagamos lo imposible para lograrla.

viernes, 19 de octubre de 2012

SOBRE LOS CONFLICTOS DE PUIG.

Don Felip Puig es consejero de Interior de la Generalidad de Cataluña. Es, por tanto, el señor Puig, un funcionario del Estado español, con carácter interino, aunque él -algo desconocedor de lo que debería saber (esto es, necio, según nuestra madre Academia)- se tenga por la pata derecha del Estado catalán, entelequia inexistente más allá de su imaginación exaltada, quien sabe por qué motivo.

Don Felip Puig es, en función de su cargo interino como funcionario del Estado, el jefe de la policía autónoma de la región catalana. Este hecho, en el orden jurídico, sería equivalente a la función del concejal de cualquier Ayuntamiento que se encargue de la policía municipal, lo cual se reseña con intención de bajarle los humos al señor Puig.

Porque da la impresión de que el señor Puig se ha ahumado en exceso con alguna sustancia desconocida, habida cuenta de que se ha permitido decir -acaso en una exaltación no del todo natural- que la policía autónoma de su región, a la que llaman Mossos d’Esquadra estará “al servicio de la Generalitat” si se contrapone una “legalidad jurídica a una legalidad democrática.”

Esto -según El País, poco sospechoso- significa que “según el consejero catalán, si el Gobierno cumple con su intención de prohibir con la ley en la mano un referéndum, la policía autonómica obedecerá al Ejecutivo de Artur Mas.”

O sea: que el señor Puig advierte que empleará las fuerzas armadas bajo su mando para apoyar el secesionismo de su Gobierno regional.

Hagamos un salto ahora. Imagínense que escribo -aquí mismo, porque a mí no me dan cancha en los periódicos- que La Legión garantizará el orden constitucional y la unidad de España, y que la División Acorazada -que imagino que ya no lleva el sobrenombre de Brunete- obedecerá las órdenes del Gobierno. Los lloriqueos de los separatistas llegarían hasta la Luna, y el señor Fiscal General del Estado me buscaría las vueltas. Todo ello, a pesar de que sería una afirmación de perogrullo, implícita -y explícita- en las leyes vigentes y aprobadas por el Parlamento. O sea: legalidad jurídica y democrática, señor Puig.

¿Creen ustedes que le va a pasar lo mismo al señor Puig? ¿Piensan que el fiscal le va a meter un paquete, que algún juez le va a entrullar, como corresponde a un -digamos que presunto- delito de sedición o de incitación al golpismo?

Porque las afirmaciones del señor Puig son, lisa y llanamente, la advertencia de que está dispuesto a dar un golpe de Estado con sus fuerzas paramilitares.

¿Para cuando, pues, un proceso -militar- por rebelión?

jueves, 18 de octubre de 2012

SOBRE LA "EDUCACIÓN FRANQUISTA" DE WERT.

Que así, ni más ni menos, definen los llamados estudiantes las reformas del señor Ministro. Pueden ver las fotos de las pancartas en El Mundo.

Como buenos marxistas, anticapitalistas, antifascistas -es la definición de sí mismos que hace el Sindicato de Estudiantes, informa La Gaceta- los estudiantes son algo retrasados. No está mal la edad de sus dirigentes -28 añitos-, para no haber terminado los estudios o haberse reenganchado a la sopa boba de un papaíto que los mantenga. Lo cual -todo sea dicho- parece negar su queja de que sólo los ricos pueden estudiar, o los sitúa en esa zona del papá ricachón y capitalista, tan cara a los marxistas de salón.

Como buenos marxistas, anticapitalistas, antifascistas, los gerifaltes del sindicato de estudiantes llevan disfrutados casi un cuarto de millón de euros en subvenciones entre 2007 y 2010, lo cual explica la longevidad en el cargo de sus mandamases.

Como buenos marxistas, anticapitalistas, antifascistas, los autoproclamados estudiantes tienen por lema "la lucha es el único camino". Podría uno pensar que, para un estudiante, el camino es estudiar. Pero eso, sin duda, es franquista.

Como buenos marxistas, anticapitalistas, antifascistas, los llamados estudiantes -entiéndase que me refiero a los mandamases que manejan el cotarro- son algo vagos, algo manipuladores, algo mentirosos y, ni que decir tiene, muy envidiosos. Como buenos marxistas, anticapitalistas, antifascistas, los llamados estudiantes no quieren dar un palo al agua, y que les pidan esfuerzo es un inconcebible recorte a sus derechos; que les pongan exámenes, la suma de la antidemocracia; que les exijan conocimientos el máximo del fascismo.

Porque ahí está el tema: para los tontos, los mamarrachos y los sinvergüenzas, pedir que los estudiantes estudien si quieren becas, es franquismo. Para los estudiantes antifascistas, que les pidan que recompensen a la sociedad por las facilidades que reciben, usándolas adecuadamente, es franquismo. Para los padres de vagos y maleantes, que sus retoños muy queridos tengan que dar el callo e hincar codos si quieren que la sociedad -no el Gobierno este o el otro; la sociedad, que es la que paga- les facilite los estudios, es franquismo. Lo democrático es que el padre de un hijo que estudia tenga que pagar impuestos para las becas del que no da golpe ¿no?.

Se que ni los estudiantes sindicados en vagancia, ni sus señores padres, me van a leer. Acaso -disculpen la presunción- porque no sepan. Ya el corrector gramatical de Word me tiene advertido que no se me entiende, gracias a Dios, así es que lo mismo los estudiantes y sus padres tampoco, en el improbable caso de que me leyeran y su ciencia vaya más allá de juntar letras, y puedan penetrar ese misterioso mundo de las oraciones subordinadas, de la adjetivación algo imaginativa, de algún modesto hipérbaton, tan difícil a la maquinaria de origen yanqui y a los necios de raíz nacional.

Así es que -para que lo puedan leer si gustan los estudiantes que estudian, los padres que educan, los seres humanos letrados- les contaré mis viejas experiencias, muy parecidas a la actualidad.

Acababa de fallecer -en la cama de un hospital de la Seguridad Social- el Excelentísimo Señor D. Francisco Franco Bahamonde, Capitán General de los Ejércitos y Caudillo de España por la Gracia de Dios, casi al comienzo del curso 1975-76, cuando este su servidor hacía el C.O.U. Para quien guste conocer detalles, en el Instituto Quevedo, de Madrid. Tratábase de un barrio -San Blas- que comenzó siendo pobre y había ido mejorando con el esfuerzo y el tesón de las gentes de bien que lo habitaban, la mayor parte venida de otras provincias con la razonada esperanza de progresar. Era de los barrios construidos por el Instituto Nacional de la Vivienda, ese que levantó cientos de miles -tal vez millones-, de casas, facilitando la consecución de una vivienda digna a un precio accesible. Por supuesto, cualquier parecido de aquello con las posteriores viviendas de protección oficial -caras y mal terminadas, y en cantidades ínfimas- es puro espejismo.

Pues en aquél Instituto Quevedo, del Barrio de San Blas -que con la democracia acabaría en pura marginalidad traficante y drogodependiente-, cursé el COU. Tuve como compañeros a dos o tres centenares de adolescentes normales, que iban a clase, que estudiaban y que pasaban los exámenes lo mejor que podían. La cuantía de la matrícula era casi puramente testimonial, y a esa altura de COU casi ningún profesor usaba libros de texto y se esforzaba en preparar y dictar apuntes.

Junto a esos centenares de estudiantes normales, que se preparaban para acceder a la Universidad, había otros un tanto especiales. De mayor edad que el resto, su función en el Instituto -y supongo que en la vida en general- era provocar jaleo. Si un día no intentaban montar una huelga era porque no había ido, cosa corriente. Destacaban -sobre su edad superior- por un aspecto diferente: greñudos, malvestidos, descuidados... Lo que enseguida aprendí a entender como aspecto marxista, porque para los rojos parece que la ideología esté reñida con el decoro personal.

Uno de aquellos fulanos -quizá veinteañero, que para COU era mucho- presumía de ser miembro de ETA. Dudo mucho que lo fuera -de haberlo sido sus propios cómplices le hubieran despenado por bocazas-, pero da la catadura del personaje. (Lo mismo -dicho sea entre paréntesis- que estos supuestos dirigentes estudiantiles de hoy aplauden a los terroristas etarras). Otro de los fulanos de marras presumía de que el otro mentado le pagaba buena pasta por ayudarle en las movidas huelguísticas.

Así es que, vean ustedes cómo esto de las reivindicaciones estudiantiles, dirigidas por elementos que tendrían edad suficiente para haber dejado las aulas, no me pilla de nuevas, ni me sorprende, ni me extraña. Los marxistas, anticapitalistas y antifascistas son siempre iguales, porque viven anclados en un tiempo lúgubre, pesado, plomizo; tan fuera de lugar y de época como un plesiosaurio en el metro o un pterodáctilo en una jaula de canarios. (Por supuesto, lo hago a mala idea, ustedes disculpen).

Los marxistas, anticapitalistas y antifascistas no han cambiado nada en 37 años; pero es que los marxistas, anticapitalistas y antifascistas de 1975 eran iguales que sus ancestros ideológicos del 36, y estos eran calco -malo- de los marxistas y anticapitalistas decimonónicos. (Antifascistas no podían ser aún, que es lo que les pasa a los antis, que viven en función de los demás, sin posición propia).

Quédame decir que -aunque represente inmodestia- tuve beca del régimen franquista. La tuve durante tres años de Bachiller, y dejé de recibirla cuando los ingresos familiares superaron el límite establecido, aunque mis notas -perdónese la inmodestia- la seguían mereciendo. Es lo que tenía el franquismo: cuando uno cumplía sus deberes y aprovechaba la beca, se la daba, siempre y cuando la situación económica le hubiera impedido estudiar de no recibirla. No había becas para todos los vagos, ni las había para quien no las necesitaba.

Y esa -estudiantillos míos de las huelgas antifranquistas- no es ni por el forro la enseñanza del señor Wert. Pero para que vosotros lo supierais tendrías que ser mas estudiosos, más inteligentes, más responsables, más educados -no confundáis educación con enseñanza- y tener una curiosidad intelectual incompatible con el marxismo.

La enseñanza del señor Wert -como la de todos sus antecesores desde hace cuatro décadas- es la enseñanza liberal capitalista; la del mínimo esfuerzo -ninguno, mejor-; la del egocentrismo, la del me lo deben todo sin hacer nada por merecerlo; la enseñanza en la que vais cosechando, curso tras curso, peores resultados que el anterior. La enseñanza del -prácticamente- analfabetismo funcional.

Y la educación -la educación se recibe en casa; en la escuela se recibe enseñanza- es la que mostráis habitualmente: la ofrecida por vuestros padres cuando insultan al profesor que os pide más esfuerzo, cuando exigen becas sin que deis un palo al agua, cuando os apoyan en las huelgas políticas antifascistas. O sea: ninguna.

Pero no os preocupéis: en Austria hay trabajo para vosotros. De camareros. Por fin se ha conseguido que España sea un país de pandereta en la realidad -no sólo en la imagen folclórica-, bueno para surtir de braceros y sirvientes. Tenéis alma de esclavo, y os gusta.

martes, 16 de octubre de 2012

SOBRE LO QUE ENSEÑA MAS.

Que -lo dice El Mundo- ha afirmado que "nosotros explicamos la historia de España como un Estado plurinacional, y no como una, grande y libre".

En esto, señor Mas, no es usted excepcional: en toda España se reniega de que alguna vez haya sido Una, Grande y Libre, porque los sinvergüenzas que maleducan la quieren troceada, pequeña y esclavizada.

Pero usted, señor Mas -usted y sus secuaces analfabetos- enseñan cosas muy raritas.

Ustedes enseñan que Catalunya protagonizó la conquista de Méjico, ahí es nada. Y puede que hubiese catalanes -esto es, aragoneses procedentes de Cataluña- en la conquista; pero decir que Cortés era catalán; que lo eran los cinco hermanos Alvarado, Olid, Portocarrero, Bernal, Ávila, Ordás, e incluso Pizarro, que por allí anduvo antes de bajarase al Perú... ¿eso es Historia, o es envidia?

Ustedes enseñan que el Ebro -el padre Ebro- es un río catalán que nace en tierras extranjeras, y que sus países catalanes hacen frontera con Murcia. ¿Eso es Geografía, o es imperialismo?

Ustedes enseñan que Franco persiguió el catalán, cuando la realidad es que fue el primer gobernante que lo incluyó obligatoriamente -la IIª República sólo lo toleró- en la enseñanza.

Ustedes presumen de ser modernos, progresistas, cultos y tolerantes; pero prohíben en el territorio que les sufre una actividad -la tauromaquia- que en Francia ha sido declarada patrimonio cultural.

Ustedes hablan de hechos diferenciales, que cifran en cosas tan importantes como la declaración del alioli como salsa nacional.

Y el resultado, señor Mas, es que para ocultar el fracaso escolar en la ESO, ponen a los estudiantes exámenes de niveles correspondientes a primaria.

Pero eso, señor Mas, lo sabe usted de sobra. Conoce sobradamente en nivel de incompetencia, de estupidez, de falsedad y de ridículo al que usted y sus cómplices someten a los niños que viven en Cataluña. Sabe perfectamente que incluso las familias de sus ídolos tienen que marcharse -la hermana pequeña de Messi, por ejemplo- porque no pueden soportar su cerrazón aldeana.

Esa, señor Mas, es la enseñanza que usted y sus esbirros brindan a los pobres niños que tienen la desgracia de ser educados en la región catalana más cerril, paleta y ombliguera que recuerda la Historia.

Por eso, señor Mas, usted matricula a sus hijos en escuelas elitistas donde la enseñanza se imparte en varios idiomas, alejándoles de la necedad a que obliga al resto de los ciudadanos.

lunes, 15 de octubre de 2012

SOBRE OBISPOS RETRASADOS.

Que, en este caso, es don Sebastià Taltavull, del que dicen que es obispo auxiliar de Barcelona, a quien no se le ha ocurrido mejor cosa que decir -según El Mundo- que la iglesia catalana estaría al lado del pueblo catalán si opta de la independencia de España.

Estas declaraciones del señor Taltavull, en mi humilde opinión, no constituyen un ejercicio del derecho a la libertad de expresión, sino una afirmación de intenciones para la incorporación de las fuerzas bajo su mando a la secesión. Evidente delito, por tanto, que espero que el señor Fiscal correspondiente tome en cuenta. O, por lo menos, que tome en cuenta el Nuncio de Su Santidad, a efectos de degradar al obispo auxiliar a monaguillo.

Por otra parte, está claro que el señor Taltavull se considera obispo de la iglesia catalana; es decir, no de la católica, que es universal, lo que significa que este paleto llega cinco siglos tarde al invento de Enrique VIII de las iglesias nacionales.

Y en esto llega el cardenal Antonio Cañizares, y dice -véase Libertad Digital- que la estupidez de los prelados de las diócesis catalanas defiende el bien común.

Puestos a defender el bien común, piense quien tenga con qué hacerlo que, como sentencia mi camarada Arturo Robsy, si se para al catalanismo se ahorran millones.

Por lo demás, Santidad, es el momento, y para luego es tarde.

sábado, 13 de octubre de 2012

SOBRE LA PROHIBICION HOLOCÁUSTICA.

Aunque no he encontrado la referencia en la prensa, me lo cuenta mi camarada Arturo y me basta. Gallardón, ministro suelto como antes fue verso, se propone prohibir las dudas sobre la realidad del llamado Holocausto.

Dudar es una muestra de inteligencia; de la duda sale la ciencia, el conocimiento y la certeza, así es que resulta normal que Gallardón lo prohíba.

Por la parte que me toca, la prohibición sobra. Jamás he dudado del Holocausto; jamás he puesto en duda las cifras millonarias de muertos; jamás he pensado que no se produjera un holocausto en la GMII, e incluso después.

Jamás he negado que el pueblo alemán sufriera una horrible mortandad, que diera la vida de una atrozmente grande parte de su juventud para preservar a Europa de la furia torva, asiática y roja. Años antes lo hizo España, y tampoco lo he dudado jamás.

Nunca he negado que el pueblo alemán sufriera un salvaje genocidio, a manos de los ejércitos rusos, de los bombardeos incendiarios yanquis y británicos.

Jamás he pensado que no fuera un crimen el juicio a los derrotados, por delitos que no existían cuando se cometieron.

Menos aún he dudado nunca del genocidio cometido contra el pueblo japonés, ni he negado la vergüenza de la ocupación de Italia, de Alemania con su reparto entre ganadores, del propio Japón. Ni siquiera he dudado de que las sanciones contra España -que no tuvo nada que ver en aquella guerra, salvo para salvar judíos- hubieran alcanzado la categoría de holocausto si no hubiéramos tenido DOS contra su ONU.

Y aún menos he dudado del genocidio, holocausto, matanza salvaje, inhumana, que se lleva cometiendo en España desde hace tres décadas, dentro de la Ley que Gallardón no va a derogar.

Así es que ya saben: se puede decir que hubo Holocausto. Muchos.

viernes, 12 de octubre de 2012

jueves, 11 de octubre de 2012

SOBRE 24 AÑOS.

Que son los que se cumplen de la ausencia del maestro Rafael García Serrano en este Doce de Octubre lleno -más que nunca- de zozobra, de traición, de cobardía y de incertidumbre.

Parece que España, harta de irse muriendo poco a poco desde hace casi cuarenta años, haya decidido suicidarse definitivamente, entre la general apatía, la viva desmoralización, la traición absoluta y la palabrería contumaz. Acaso, simplemente, incapaz de soportar por más tiempo la turba de parlanchines, traidorzuelos, mentecatos y soplagaitas.

Parece que España esté a punto para el fin; para hundirse en la Historia tras un naufragio previsto y ayudado por su propia tripulación, partida de grumetes desconocedores de los altos designios de la aguja de marear, la mitad trompas y la otra mitad sanguijuelas.

Parece que la última caída del Calvario patrio se acerque sin pausa y con prisa, porque en esta hora no hay ni un puñetero piquete de alabarderos que la defienda -como no lo tuvo la monarquía alfonsina y caduca que se desprendió como cáscara muerta-, ni un pelotón de chupatintas que al menos saquen callo escribiendo al dictado de los vendepatrias. Todo se va en palabrería insulsa de charlatán de feria, en aspavientos de monos de circo televisivo.

Y nada de esto es nuevo, porque ya lo avisaron los que sabían. Rafael García Serrano, por ejemplo, que en su V Centenario nos habló del -entonces- futuro trucidamiento hispano.

Pero también -esto es lo mejor- del renacer. Con eso me quedo hoy: con el renacimiento de España de entre la mugre y la amnesia. Con el resurgir, que quizá -Dios no lo quiera, pero tampoco lo impida si es menester- traiga sangre, pero también vida.

Este es, en este año 2012, mi recuerdo al maestro, al camarada Rafael que está en los luceros. Porque el supo ventear -con esa angustia que se agarra a los huesos, que solidifica la sangre- los tiempos que vendrían. Pero también cantó el triunfo final. Así sea.

miércoles, 10 de octubre de 2012

SOBRE LA EPOCA FRANQUISTA DE BASAGOITI.

No pensaba comentar nada sobre la manifestación que los separatistas catalanes hicieron el pasado domingo en un estadio de fútbol. No pensaba comentarlo, porque a fin de cuentas uno intenta hablar de cosas serias -quizá por eso últimamente no escribo con demasiada frecuencia- y lo de hacerse una manifa separatista en el Camp Nou no deja de ser una chorrada, como corresponde a la fauna organizadora, que no distingue la velocidad del tocino, ni el fútbol de la derrota militar vieja de dos siglos. Masocas o así, que son los tíos.

No pensaba comentarlo, porque además ni siquiera -como madridista- puedo enorgullecerme de nada hasta que les hayamos devuelto las goleadas recibidas en el Bernabéu.

Con respecto a los gilipollas peloteroseparatistas, el comentario que hace mi camarada Eloy en su Trinchera deja las cosas muy en su sitio, y a él les remito. Pero en esto, llegan los bocazas politiqueros y me obligan a entrar en el asunto.

Primero, las declaraciones de los ministrillos rajoyescos, tancredianos como él mismo, acongojados como él mismo, mansos como él mismo, que sólo tienen en mente la marca España, y las posibles repercusiones económicas -García-Margallo dixit- de lo que, a todas luces, necesita un tratamiento distinto. Por supuesto, no el que Rajoy le otorga con calificativos de disparate colosal, sin anunciar propósito de enmienda.

Casi tampoco pensaba comentar esto, porque en el fondo todos sabemos que para el PP, su Marianico y sus comparsas lo único que importa es la cuenta de resultados, y quien aún lo dude y les atribuya cualquier otro valor no es de este mundo y más le vale dejar la coca o el aguardiente o el vino peleón.

Pero así las cosas rebuzna un tal Antonio Basagoiti, ascuasardinero metido a politicucho, y rebuzna sin consideración al ridículo.

D. Antonio Basagoiti es el candidato del PP a presidente del gobierno autónomo de la región de Vascongadas. Lo digo para quien no tenga gusto de bucear entre las medianías, las mediocridades, los quieroynopuedo, los damepanydimetonto, los cobardes, los gilipollas con master y los necios sin graduación, y no lo conozca.

Pertenece el señor Basagoiti a esa casta -tan pepera- del acomplejado sin congojos, del mentecato sibilino y del sinvergüenza cum laude. Es un pobre donnadie, aupado a la cúspide de su cachito de pastel por la cobardía de su partido, la cesión al chantaje, el acojone y el malminorismo cabrón.

Comprenderán que para que me tome la molestia -bueno, confieso, no es molestia- de hilvanar unas cuantas definiciones como las que van dichas, algún motivo ha de haber. Y, por supuesto, lo hay.

El señor Basagoiti -en su medianía aborregada, en su mediocridad atosigante- no ha encontrado mejor forma de expresar su opinión sobre la majadería del separatismo catalanista del F.C. Barcelona, que decir que -véase El País- el partido le recordó la época franquista, porque se utilizó "el fútbol para intentar hacer partidarios y hacer política."

No se qué edad tiene el señor Basagoiti; me importa tres leches la edad que tenga el señor Basagoiti, y le deseo que cumpla muchos más, pero donde las personas decentes no lo tengan que oír. Porque el señor Basagoiti -que no creo que luchara ardorosamente contra el franquismo, como tampoco lo hizo ninguno de los que presumen- es un perfecto asno.

El franquismo utilizaba el fútbol para hacer política, ¿verdad, imbécil? Claro: por eso en televisión ponían un partido a la semana -o dos, si había Copa de Europa-, y ahora ponen la liga española enterita, y la francesa, la inglesa, la alemana, la italiana y la de Tontolabistán, que es la que ve el señor Basagoiti. Con la diferencia -eso sí- de que ahora hay que pagar por verlo, y entonces era gratis.

¿Para hacer política y partidarios? Pues dígaselo a su señor expresidente Aznar, que publicó una Ley dando no se qué órdenes para que se emitieran en abierto los partidos de fútbol de especial interés o algo así.

¿Y también los toros, no? Evidentemente, por eso en cuanto ustedes, los peperos, han trincado asiento en TVE, lo primero que han hecho ha sido reanudar las retransmisiones taurinas. De lo cual yo me alegro, que lo uno no quita lo otro; pero mira por dónde, Basagoiti imbécil, lo que escupes al cielo te cae en la jeta.

Todo, sin embargo, se explica. Como el señor Basagoiti no puede hacer campaña contra el terrorismo etarra y sus cómplices -PNV incluido, obviamente-, porque el partido al que pertenece es otro cómplice del terrorismo, y ya las asociaciones de víctimas no le van a hacer el caldo gordo, recurre a lo que todos los politicastros, politicuchos, politicacas y politimierdas: a la herencia del franquismo. Basagoiti es otro de los que viven cojonudamente contra Franco.

Sobre todo, ahora que la otra herencia de Franco -la económica, la de las fábricas, el turismo, las clases medias, la declaración de la renta inexistente para la mayoría y los impuestos casi desconocidos; y la de las infraestructuras, las carreteras, los ferrocarriles, los puertos y aeropuertos (con aviones y viajeros), los embalses (que gracias a eso bebemos todavía) y los trasvases (porque entonces los ríos españoles eran de todos, no de los necios que hacen nacer el Ebro en Cataluña)-; ahora que esa herencia se ha agotado y sólo nos queda la miseria que produce la memocracia, es muy rentable periodísticamente estar contra Franco.

No sea que alguien que no sea tan canalla se ponga a comparar. ¿A que si, Antoñito?

No sea que alguien se ponga a hablar de fútbol, y diga que si los separatistas le roban Cataluña a los españoles, el F.C. Barcelona jugará la liga con el Espanllol (ya no Español), el Gerona y el Nastic, porque los clubes españoles que actualmente protestan de que la parte gorda del pastel se la reparten el Barça y el Madrid verán con buenos ojos que uno de ellos deje su trozo. Y no se hagan ilusiones inútiles: la liga española quizá perdería interés -televisivo- sin el Barcelona; pero la liga Catalana no la pagaría ni Pujol.

Y no sea que alguien se ponga a hablar de política, y cuente que -vean Alerta Digital- en cuanto un par de aviones militares hacen una pasadita, los separatistas pierden el culo rumbo a la frontera de Francia. Son tan cobardes, y están tan convencidos de que lo suyo es un crimen, que en cuanto un avión mueve las alas repetidamente, lo toman como amenaza, cuando cualquiera sabe que esto no es más que un saludo amistoso. Hacer alegrías, lo llamaban los pilotos de García Morato, y era la forma de avisar de que volvían todos a casa después de la misión.

Pero ya se sabe: piensa el ladrón.... etcétera, etcétra, etcétera. Y el cabrón, más (escrito sea con minúscula).

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