Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 23 de junio de 2016

SOBRE LA CAMPAÑA ELECTORAL (CUATRO).


Y hoy toca, finalmente, hablar de don Alberto Rivera. Estrictamente -reitero- por orden de caída. 


La verdad es que de las propuestas de Ciudadanos cabe decir bien poco, dado que en su propaganda electoral no dice absolutamente nada. 

Dice -en una modesta hojita- que es posible ayudar a la clase media y trabajadora; que es posible aumentar el permiso de maternidad y paternidad; que es posible una educación pública de calidad y libros gratis, y que los niños sepan inglés; que es posible invertir en sanidad en vez de en aeropuertos sin aviones; que es posible acabar con los aforamientos y que los corruptos devuelvan lo robado, y que es posible un país donde el voto de todos los españoles valga lo mismo.

Y punto, porque ese es el programa electoral del señor Rivera. Al menos, el que ofrece al presunto votante de su partido que no tenga ganas de irse a buscar documentos más extensos y más ocultos.

Por supuesto, señor Rivera, todo eso es posible. Muchas de esas cosas -las que iban acordes con los tiempos- ya las hemos tenido, y los memócratas se encargaron de birlárnoslas con sus promesas: esas que decía el profesor Tierno que nunca se cumplían. Pero lo que hace falta, don Alberto, no es decir que todo eso es posible, sino decir cómo lo quiere hacer. 

¿Cómo va a ayudar a la clase media y a la clase trabajadora? ¿Va a crear los millones de empleos que promete Rajoy; esos de trabajar media hora y se acabó lo que se daba, que tan bien maquillan las estadísticas y tanto desesperan a quien los sufre? Por cierto, curiosa distinción la suya entre clase media y clase trabajadora. ¿No trabaja la clase media? ¿Cual es la diferencia, para usted, entre clase trabajadora y clase media? ¿El sueldo? ¿El tipo de actividad? Explíquemelo si tiene la bondad, señor Rivera, porque a mi, que no creo en las clases y menos aún en que unas y otras anden a la greña, no me sale la línea separadora.

¿Cómo va a aumentar el permiso de maternidad y paternidad? Bueno, además de firmar un Decreto, quiero decir. Porque no basta, señor Rivera, con echar una firmita. Las gentes de su generación son muy propensas a creer que a ustedes, como a Dios, les basta con la palabra: ¡Hágase!.

Pero eso solo no basta. Le puede resultar suficiente a macacos como el difunto Chávez venezolano, que expelía un ¡exprópiese! como si el mundo fuera suyo. Pero eso, don Alberto, no basta en una sociedad de pueblos y naciones relacionados entre si. Al menos, no vale si no se quiere llevar a un país a la más absoluta miseria. Para estas cosas, señor Rivera, hay que pensar en el cómo y, sobre todo, en el quién; concretamente, en el quién lo va a pagar.

Porque los permisos por maternidad y paternidad, que son muy justos y muy necesarios, los tiene que pagar alguien. Y si ese alguien que paga es el empresario, la cosa va mal; pero si quien paga es la Seguridad Social, las cuentas no salen, y habrá que recaudar esos cuartos por otro sitio. 

Lo de la educación pública y de calidad es muy sencillo, señor Rivera. Es sencillo para mi, que tengo muy claro que para una educación suficiente, que prepare para que quien no quiera seguir estudiando pueda desenvolverse bien en la vida, y para que quien quiera continuar estudios tenga una base adecuada, basta con un plan donde se estudie lo necesario -no lo superfluo-; donde se estudie un aceptable resumen de la cultura, no una bárbara especialización desde los inicios, que lleva a un ingeniero -o arquitecto, o médico o, peor aún, profesor- a escribir con faltas de ortografía. Un plan donde el esfuerzo sea condición indispensable, pero que sea tenido en cuenta y gratificado. Donde la vaguería no encuentre acomodo -ni en los estudiantes, ni en los maestros-; donde no se pase de curso sin dar palo al agua, donde los colegios no sean un simple almacén de niños o adolescentes apáticos, a los que no se les puede pegar un berrido o imponer un castigo porque los pobrecitos se traumatizan. Más palos da la vida, y todos esos niñitos y niñatos sobreprotegidos por padres ineptos son carne de psiquiatra.

Pero temo, señor Rivera -y puedo temerlo, puesto que usted no explica nada- que pretenda solucionarlo todo con dinero. Y ese es el problema, porque muchas veces no hay que gastar más, sino gastar mejor, y de poco vale tirar millones a un pozo sin fondo. ¿De dónde va a sacar los millones que cuesten los libros gratuitos para los escolares? ¿Quien os va a pagar? ¿Los impuestos de la clase media o la clase trabajadora a la que quiere ayudar? ¿Y por qué no propone algo tan sencillo como rebajar -o quitar, directamente- el IVA de los libros de texto? ¿O algo tan fácil como legislar que los libros no haya que pintarlos, trocearlos, rellenarlos en cada curso? Usted, seguramente, sabe de la existencia de una cosa llamada cuaderno. ¿Por qué no dotar a cada colegio de los libros que necesite para todos sus alumnos, con la obligación de dejarlos al final del curso para los que vengan al siguiente año; y de devolverlos en perfectas condiciones o -de romperlos, perderlos o estropearlos- pagarlos? Una forma de responsabilizar a los niños. Y a los padres. Porque el todo gratis a que ustedes nos quieren acostumbrar, acaba saliendo muy caro para alguien.

Y el inglés... ¿qué me dice usted del ingles? ¿Qué me dice usted de que los niños, por ejemplo, se aprendan los nombres de los huesos del cuerpo humano en inglés, pero si alguien le pregunta donde está el radio, o el fémur, respondan que no saben qué cosa sea eso? Que está bien aprender idiomas, no lo niego; pero ya está bien de ser los eternos papanatas, y todavía estoy por conocer un inglés que se sienta inculto, inútil, ignorante, incapaz de aspirar a un puesto de trabajo por no saber español. O -si nos ponemos a ello- por no saber francés, alemán o portugués.

¿Que es posible invertir en Sanidad? ¡Pues claro, don Alberto, faltaría más!. Pero sería mucho menos lo que habría que invertir si la Sanidad no fuera un pozo sin fondo, del que todo el mundo saca mientras sólo ponen unos cuantos. No le discuto que la Sanidad sea un derecho universal; que haya que atender a todo el mundo, sean ciudadanos españoles, sean extranjeros, sean inmigrantes ilegales o sean turistas de paso. Pero si niego que deba hacerse con cargo a la Seguridad Social. Los gobiernos pueden incorporar a los presupuestos partidas para la atención sanitaria de todos aquellos que no estén afiliados a la Seguridad Social. Que se les atienda, si; que reciban idéntico cuidado, si; pero que no salga el dinero de lo que nos quitan a los trabajadores por ese concepto. Que el resultado práctico es el mismo, pero las cuentas son diferentes, y ahí se nota el que gobierna bien, el que administra adecuadamente, y el chapucero del -Zapatero dixit- como sea.

¿Y los aeropuertos sin aviones? Pues tiene usted en eso toda la razón. Pero la solución no es la de meter dinero en otras cosas y dejar de hacer infraestructuras, sino en determinar donde hacen falta aeropuertos, donde trasvases, donde canalizaciones de ríos, donde autovías y donde trenes. O aeropuertos. La solución no estriba en hacer más hospitales para los turistas sanitarios, sino en planificar en la debida forma. Y esto es algo que, mientras cada chiringuito autonómico haga de su capa un sayo, sin la previsión de conjunto, nunca se podrá hacer bien.

Y aquí llegamos a la última posibilidad que usted propone; la de que el voto de todos los españoles valga lo mismo. Porque lo de que se acaben los aforamientos y que cada chorizo sea juzgado por el juez natural que le corresponda, y que todos los ladrones devuelvan lo que hayan robado creo que nadie se lo discutirá. Al menos, en campaña electoral; luego, a la hora de plasmarlo en el BOE ya se iría viendo, y hasta ahora muchos lo han prometido pero ninguno lo ha hecho.

Pero que el voto de todos los españoles valga lo mismo es cosa que merece atención. Porque tampoco nos dice qué quiere hacer para conseguirlo, aunque la cosa es clara: supresión de la ley D'Hont, y circunscripción única, para evitar que los grandes partidos se beneficien a costa de los pequeños, y que los que no tienen implantación fuera de su aldea obtengan una representación desproporcionada. Y listas abiertas, para que se elija a la persona, no al partido. ¿Es esto lo que quiere usted, señor Rivera? ¡Pues dígalo, leñe!

Porque el problema fundamental es que usted y su partido no dicen nada, que es la mejor forma de engañar al electorado. Usted, señor Rivera, quiere parecer centrista, moderado, casi una reedición del chuletón de Ávila poco hecho -o sea, un Suárez-, de manera que los votantes descontentos con el PP -que es de donde usted saca renta- lo voten. Pero luego, señor Rivera, se le ve el plumero, y resulta que no es de ese presunto centro, sino que usted y su partido son socialistas.

Socialistas rosaditos -levemente alejados del rojo zapateril del PSOE-, pero socialistas en temas como la política familiar, con el asesinato libre de nonatos. También -todo sea dicho- como los abortistas del PP, que en esto no hay diferencia y todos ustedes son propicios a meter las manos en la sangre de los más débiles.

Y socialistas en cuanto a sus elecciones, y ahí -reciente, calentito aún- tienen su pacto con el PSOE, que era el primer perdedor de las pasadas elecciones. Y no me diga, don Alberto, que usted no puede apoyar a un partido -el PP- hundido en la corrupción, porque está usted apoyando a otro partido exactamente igual de corrupto en Andalucía. O al mismo PP en la autonomía de Madrid.

¿Que su rechazo es hacia Mariano Rajoy, personalmente? Pero no por ello deja de ser Mariano Rajoy el más votado en los últimos comicios celebrados, y por tanto el que más ciudadanos han elegido como su opción para gobernar. ¿Dónde está su respeto a la Democracia, señor Rivera?


SOBRE LA CAMPAÑA ELECTORAL (TRES).

Don Pedro Sánchez -a quien le toca el turno por, como dije, simple orden de caída en el buzón- comienza su carta demostrando varias cosas: que no sabe lo que dice, que no sabe sumar, y que no es un demócrata.

Durante estos últimos meses me he esforzado en impulsar el cambio deseado por la mayoría de los españoles en las elecciones del 20 de diciembre -dice.

Que se haya esforzado no lo pongo en duda, puesto que se está jugando -espero que sólo metafóricamente- la cabeza. Pero las matemáticas cantan que la mayoría de españoles no han deseado el cambio que ofrece el señor Sánchez. El PP ganó las elecciones, con la mayoría suficiente para que el PSOE no pudiera formar gobierno. Sencillamente, porque la mayoría de los españoles no eligió al señor Sánchez, sino al señor Rajoy. 

Una mayoría no absoluta, pero mayoría al fin. Y usted, señor Sánchez, ni siquiera contando sus diputados, los de los comunistas antisistema de Podemos, y los de los socialistas engañabobos de Ciudadanos podía aspirar más que a una legislatura imposible.

O sea: que la mayoría la obtuvo el PP, que la mayoría de los españoles no querían el cambio socialista, y que usted no sabe sumar, o sabe mentir demasiado. Nada nuevo, en todo caso.

Pide el señor Sánchez el voto para un montón de cosas. Sólo citaré algunas, porque me da pereza copiar todo su folleto y porque, además, no merece la pena.

Pide que lo votemos para crear un nuevo modelo económico que cree empleo estable, con salarios justos y condiciones de trabajo dignas. ¿Qué modelo económico, señor Sánchez? ¿El de las empresas de trabajo temporal que introdujo Felipe González? ¿El de los nos si cuatro o cinco millones de parados de Zapatero? ¿El de los ERES de Andalucía? ¿El de los fondos de los cursos para los parados de esa misma región?

Pide que lo votemos para tener una sanidad pública fuerte, que no excluya a nadie y que garantice a todos el derecho a la salud.

¿Una sanidad, señor Sánchez, donde el pobre desgraciado habitante de Madrid que sufra un percance en Sevilla sea atendido allí? ¿Donde el habitante de Valencia que sufra una fractura en Madrid no sea devuelto a su ciudad para que allí le operen? ¿Donde quien necesite medicinas las pueda obtener porque es su derecho, y no porque el farmacéutico -que lleva meses sin cobrar- le haga el favor de dárselas?

Por otro lado, me hace felicísimo saber que tengo derecho a la salud. Creí que -como cotizante obligatorio a la Seguridad Social- tenía derecho a sanidad; pero esto de la salud casi me convence. Ahí es nada, tener garantizado -acaso en la Constitución- que no me va a volver a doler la cabeza, que nunca sufriré un dolor de muelas, que jamás me romperé un hueso, que no tendré que preocuparme por si en el futuro me toca la china de padecer alguna enfermedad seria, porque usted, señor Sánchez, me garantiza la salud. Casi me convence para votarle; pero prefiero comprobar el cumplimiento de sus promesas y luego obrar en consecuencia. Si en los próximos cuatro años de su gobierno con Pablo Iglesias no me pongo enfermo -pero ni un puñetero catarro, ¿eh?, no vayamos a empezar con las rebajas- prometo pensármelo.

Pide que lo votemos para tener un sistema educativo público de calidad, para que nacer en una familia con menos recursos no conlleve tener menos oportunidades, y para apostar por la investigación, la cultura y la creatividad, porque la falta de conocimiento es una forma de pobreza.

Si usted piensa don Pedro, que la cultura y la creatividad son cuestión de cuartos, lo llevamos claro. Porque hay cosas que no se solucionan con dinero, aunque todos los tontos piensan lo contrario. Por ejemplo, don Pedro, los que creen que los padres que llevan a sus hijos a colegios privados o concertados lo hacen porque tienen mucho dinero, y que sólo los pobres van a la escuela pública. Los que llevan a sus hijos a colegios privados o concertados, lo hacen porque en ellos la educación es menos mala; y lo es porque ustedes -todos los que han gobernado, pero en particular los socialistas- han hecho que la enseñanza pública sea una auténtica mierda; un simple almacén donde meter los niños hasta que cumplan la edad, en donde se pasa de curso alegremente, aun sin tener ni idea de nada; donde no se exige el mínimo esfuerzo, donde los profesores están mediatizados por las apas y las amas y las ampas -sin hache, y a veces con ella- y las leches de los ignorantes, de los arrogantes y de los cretinos. Una enseñanza en la que los niños no estudian mas que su corralito cercano, -el Manzanares, aprendiz de río, los de Madrid; el río catalán que nace en tierras extrañas, los cercanos al padre Ebro- e ignoran profusamente que existe un ancho mundo ahí fuera, antes de llegar al extranjero. Un mundo, España, que es la que les da sus raíces y su identidad; un mundo sin el que no son mas que lugareños, aldeanos, accesorio de la Historia, y no categoría.

Si la falta de conocimiento es una forma de pobreza, señor Sánchez -y estoy de acuerdo con ello-, nadie ha hecho más que ustedes por empobrecer intelectualmente a los españoles.

Pide que lo votemos para combatir de raíz la corrupción, el fraude. Y esto lo dice el mandamás del partido al que le acaban de empapelar dos ex-presidentes de autonomía, y al que le están encontrando, día sí y día también, motivos para empapelar a un montón de altos cargos.

Pide que lo votemos para tener una nueva política, más participativa, más honesta, más útil para las personas. Pues eso, señor Sánchez, es fácil: basta con eliminar los partidos políticos, establecer un sufragio directo -donde todos los votos valgan lo mismo- que se ejerza a través de los cauces naturales de representación.

Pide que lo votemos para lograr un proyecto compartido para España, que respete la diversidad y garantice la igualdad de derechos y de oportunidades (…) al margen del lugar en el que vivan...

Y esto lo dice el representante del partido que -vía Zapatero- dio alas, y dineros, y su bendición -aprobaré en Madrid lo que hagáis aquí- al separatismo catalán. Del partido que negoció -se rindió- con el terrorismo etarra, despreciando los derechos de las víctimas. Del partido que ha tolerado -igual que el PP, todo sea dicho- que los españoles no puedan hablar, estudiar, nombrar sus negocios, en español dentro de España. Del partido que volvió a levantar la barrera que parte a España por la mitad, con la Ley de Iniquidad Histórica, y que nos devuelve a la guerra civil, a ver si esta vez la gana el abuelo del nietísimo Rodríguez.

Y no me diga usted, don Pedro; no me digan ustedes, amigos lectores, que lo que refiero con cosas del pasado. Por dos razones: la primera, que el pasado define el futuro en cualquier sociedad; la segunda, porque es el señor Sánchez el que finaliza su carta diciendo que pide el voto para el partido que transformó nuestro país defendiendo la libertad, la justicia, la solidaridad y el progreso.

O sea: que el señor Sánchez está satisfecho de lo que ha hecho su partido. Todo lo que llevo expresado, y muchas cosas más que se me olvidan y que definen al PSOE como el partido que busca con mas ahínco la zafiedad, la chabacanería, la incultura popular, el nepotismo con sus afines, el crimen de Estado para trincar fondos reservados, la injusticia con el adversario, la desunión nacional y la vuelta a la guerra civil.




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