Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 15 de marzo de 2011

SOBRE EL OBRERO GARZON.

Dice El Plural, tan aficionado a estas y otras soplagaiteces, que en una comparecencia pública del señor Garzón -ese que fue juez y socialista-, ha declarado el susodicho que él es un "puro peón, un obrero de la justicia".
También ha dicho el citado señor Garzón que seguirá "siendo magistrado aun cuando a partir de un determinado momento deje de serlo".
Bien: esto de ser una cosa aunque se deje de serlo tiene su intríngulis. Es como estar en dos sitios a la vez; estar al mismo tiempo vivo y muerto, ser pobre y rico simultáneamente o -por ahí debe venirle la cosa a Garzón- ser a la vez juez y socialista.
El señor Garzón, que últimamente tanto se ha aficionado a la literatura -tal vez porque los únicos que le hacen caso son los que viven en la pura ficción, en la inventiva, en la imaginación-, demuestra en eso de ser magistrado aun cuando deje de serlo que ni siquiera para esta función literaria vale, porque ser magistrado es la detentación de un cargo, dignidad o empleo, y no hace referencia a una vocación.
Para que el señor Garzón me entienda: se puede ser militar aunque no se vista de uniforme o aunque individuos de catadura garzoniana le hayan privado del grado; se puede ser incluso juez, aunque se le haya separado del servicio, cuando se es vocacionalmente. Lo que no se puede es ser magistrado, que es título adjetivo al desempeño de ciertos cargos.
Lo cual viene a demostrar que el señor Garzón -negado a la literatura por simple desconocimiento del idioma- va a tener razón en definirse como puro peón, un obrero.
Y -evidentemente- sin cualificar.

SOBRE UNA ADVERTENCIA

Con la que -me juego un cartón de Habanos- estaránde acuerdo incluso los no fumadores:


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