Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 5 de diciembre de 2018

SOBRE LA CONSTI.


O sea, la Constitución, dicho en confianza.

Resulta que todos los necios alaban en estos días la Constitución que el manipulado pueblo español votó hace cuarenta años.

Viví aquél tiempo. Jovencito, pero lo viví. Y lo voté. Evidentemente, con un monumental NO, pese a la propaganda oficial que mangoneó con las más gigantescas mentiras al pueblo votante y callante.

La Constitución -como no dejan de decir todos los expertos cuando les acomete un ataque de sinceridad-, es una mierda. Incluso los padrastros de la patria -minúscula en este caso- han reconocido que la coña de las autonomías fue un desastre, la única manera de uncir al carro a los cuatro separatistas -y a los muchos terroristas, no sólo en Vascongadas- que por entonces había. Era necesario pagar las deudas de la lucha antifranquista, que nunca existió mas que en las mentes calenturientas y probablemente alcohólicas de los participantes en contubernios, plataformas, juntas, platajuntas y otros saraos, donde unos cuantos señoritos desocupados se inventaban resistencias que nunca fueron.

La Constitución, como se ha demostrado en sus muy mal llevados cuarenta años, no ha sido capaz de elevar el bienestar del pueblo español, salvo para los vividores, los sinvergüenzas, los chulos, los -la ministra Delgado dixit- maricones, los matones de patio de colegio y otros cuantos canallas. La Constitución no ha sido capaz de mejorar la seguridad de los españoles, aunque sí ha elevado a niveles cósmicos la tranquilidad de toda clase de delincuentes, incluidos los políticos de cualquier traílla. No ha sido capaz de resolver ninguno de los problemas que hubiera de antaño, y menos aún los que ha ido creando en su aplicación.

Pero, eso sí, ahora todos la celebramos -bueno, los que la celebren-, con buenos copazos en ambas manos, que es la única manera de celebrar estas porquerías y creérselo.

Y resulta que ahora, como un partido nuevo ha irrumpido en el parlamentillo andaluz, todos los voceras -no sólo los políticos, sino los bien amaestrados periodistas- claman y se rasgan las vestiduras -que bien pocas les deben quedar, pero a estos tipejos no les importa andar en cueros- porque VOX lleva en su programa la reforma de la Constitución.

Y como VOX propone la reforma de la Constitución, es un partido distinto a los demás del sistema, según proclamó ayer una señora ministra del Gobierno que ha alcanzado el poder y se mantiene gracias a partidos que no es que quieran reformar la Constitución, sino que han dado un golpe de Estado contra ella.

Por lo demás, ¿algún partido político del actual hemicirco no ha propuesto reformar la Constitución? Porque ya el psicópata Rodríguez lo quiso, aunque no fue capaz de hacerlo; ya el tancredo Rajoy lo quiso, aunque no encontró el momento; ya lo han exigido todos los partidillos, partidetes y partiduchos separatistas; ya lo ha propuesto Ciudadanos y lo ha voceado el bolchevismo podemita. 

¿Y ahora se escandalizan porque otro partido lo lleva en su programa? Y todavía se asombran de que, entre tanta hipocresía, falsedad y cinismo los ciudadanos intenten probar otra cosa distinta a la mierda que nos lleva atosigando cuarenta años.

Los cuarenta años de la Constitución de mierda.



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