Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 4 de febrero de 2009

SOBRE LA PACIENCIA DE SEBASTIAN.

Que ayer mismo se quejaba de que los bancos no estén haciendo lo que al Gobierno le gustaría en el asunto de los créditos.
Verá usted, señor Sebastián: en mi opinión, las posibilidades son tres.
Una: los bancos están cumpliendo las leyes y los compromios adquiridos, en cuyo caso, los culpables son los que han hecho mal las leyes o han formulado mal los acuerdos.
Dos: los bancos no están cumpliendo sus obligaciones legales o contractuales, en cuyo caso son culpables de ello; pero tanto o más lo son los que no toman las medidas necesarias para enderezar los entuertos.
Tres: no hay normativa al respecto, en cuyo caso los culpables son los que, pudiendo, no la han hecho.
Total, señor Sebastián: que lo miremos por donde lo miremos, el Gobierno del que usted forma parte está involucrado hasta el cuello.


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