Partidete, partiducho, coalicioneja, loquesea, que al parecer sigue existiendo. Al menos, sigue existiendo lo suficiente -o sea, en la vida artificial del parlamento cotorrista- como para hacer el ridículo. O, lo que es lo mismo, para presentar -dice La Gaceta- una proposición no de ley pidiendo que el día de la República sea fiesta nacional.
De la República segunda, claro; estos tipejos son tan incultos, que ni siquiera saben que antes del ordinal segundo debe haber forzosamente un primero.
En la exposición de motivos de la iniciativa, -cuenta el citado periódico- IU hace un repaso de los hitos alcanzados (...) la libertad ideológica, el reconocimiento del sufragio universal y el voto femenino, el derecho al divorcio, a la libertad de opinión, de conciencia y de culto, la separación de poderes o la supresión de la censura o la separación Iglesia-Estado.
No voy a decir eso de vayamos por partes -porque estos idiotas tienen pocas partes-, pero si comentaré uno por uno los hitos.
Libertad ideológica. La libertad que socialistas y comunistas se pasaron por el forro del golpe de Estado de la Revolución de Asturias cuando ganó las elecciones la derecha. O la que le ejercieron a don José Calvo Sotelo, diputado amenazado por la comunista pasionaria en pleno hemiciclo, y asesinado por las fuerzas de seguridad de la República segunda. O la que los rojos de mierda ejercieron, a su manera -o sea, asesinando- contra decenas de falangistas.
Reconocimiento del sufragio universal y el voto femenino. Lo primero, usando la motorizada socialista para el pucherazo de las elecciones del 36; lo segundo, impuesto por la derecha con la máxima oposición de la izquierda, que consideraba que la mujer era más conservadora y no la quería votando.
Derecho al divorcio. Que a la izquierda le interesaba bastante poco, porque ellos a lo que estaban era al hijos si maridos no pasionario, o a los vales por seis porvos con la Lola.
Libertad de opinión, de conciencia y de culto. Según se demostró desde los primeros instantes, con la quema de iglesias y -ya puestos a ello- de conventos, de museos, de colegios, de archivos y de todo lo que le saliera de la boina al paleto soberano. Libertad que culminaría con los paseos a miles de sacerdotes y a decenas de miles de católicos sin graduación.
La separación de poderes o la supresión de la censura o la separación Iglesia-Estado. Separación de poderes demostrada en que el ejecutivo se pasara por el forro de los esbirros las sentencias judiciales, como la que declaraba perfectamente legal a la Falange Española de las JONS, que nunca fue cumplida. Supresión de censura como la que se ejerció permanentemente -por derechas e izquierdas; esto es: indistintamente entre 1934 y 1936- contra la prensa falangista; y la que se ejerció -desde febrero de 1936- contra toda la prensa en general. De la separación Iglesia-Estado ya se dijo: la Iglesia fue separada a tiro limpio.
Sirva todo lo cual como exposición de motivos de mi propuesta -de simple corrección de errores- para que estos mamarrachos izquierdosos hundidos en la ceporrez absoluta, sean devueltos a la escuela primaria.
O a los corrales.