O sobre todo ello junto, con especial incidencia en lo último, porque de lo que
voy a hablar es de una auténtica canallada.
Lo siento si alguien -viendo
el título- ha pensado que iba a referirme a la desvestidura de un tal Perico, o
a las muchas peripecias parlamentarias de esta semana. No voy por ahí -aunque,
evidentemente, no faltan en el semicirco los falsos, los incultos, los estúpidos
ni los canallas-, sino por un tema que, a mi modesto entender, es importante; no
una payasada de aficionados sin gracia como la de los politicastros al
uso.
Como mis habituales saben -y si no, se lo cuento- no veo televisión
mas que para determinadas retransmisiones deportivas, centradas en cuatro
partidos del Real Madrid y la Fórmula 1. Esto lo digo para que nadie me tome por
despistado si, a estas alturas, comento una serie de televisión que hace tiempo
ha finalizado en su emisión normal, pero que yo estoy viendo ahora.
Me
refiero a la centrada en la vida de nuestro Rey Carlos I, que a su vez fue el
quinto emperador de Alemania de ese nombre, y que empecé a ver pensando que
-habida cuenta de la razonable fidelidad histórica de la serie predecesora,
Isabel- presentaría unos niveles adecuados de parecido con la
realidad.
Pero, a la vista de los cuatro primeros capítulos, hay que
deducir que los guionistas son incultos y estúpidos o -más probablemente-
falsarios y canallas.
Ni se respetan fechas, ni hechos. Carlos I jamás
tuvo nada que ver -al menos que los historiadores sepan y hayan dicho- con
Germana de Foix, la que fuera esposa de su abuelo Fernando el Católico. Menos
aún tuvo con ella descendencia, y nótese que en aquellos tiempos los hijos
bastardos de los reyes -y sobre todo las hijas- eran parte importante de la
política matrimonial. El propio Carlos I utilizaría así a su hija ilegítima
Margarita, habida con una dama flamenca, antes de su matrimonio con Isabel de
Portugal.
Carlos I jamás rechazó el matrimonio con Isabel, y menos aún en
la época en que la serie lo presenta, época en la que ni siquiera se había
propuesto dicho enlace.
Menos creíble aún resulta ver a Diego Velázquez,
Gobernador de Cuba, ataviado como un gañán en una casucha de madera, o a un
Hernán Cortés que se queda meses a la orilla del mar, en Méjico, esperando que
los indígenas le traigan tres cachitos de oro de buena gana y tras hacerse
amigos al momento de verse. Cortes y sus hombres tuvieron que combatir con todos
los pueblos mejicanos que había en el camino de Méjico -Cempoal, Tabasco,
Tlaxcala, Cholula-, antes de encontrarse con los auténticos aztecas, que
sojuzgaban a todos los demás; y combatir duramente, hasta la extenuación, aunque
luego -en efecto- las alianzas con ellos fueran firmes y duraderas.
En
fin: que esta serie sobre Carlos I de España y V de Alemania es un bodrio, una
falsedad y una mentecatez, solo apta para ignorantes o furibundos seguidores de
los programas de corazón y bidé, o una canallada dirigida a pervertir el
conocimiento de los que se dejan influenciar por la televisión sin ser capaces
de leer un libro de Historia de España, aunque devoren los superventas
pseudohistóricos extranjeros.