Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 20 de julio de 2011

SOBRE UN SUICIDIO ANUNCIADO.

El de don Salvador Allende, que los pijoprogres, los rojimierdas y los tontolabas del ancho mundo siempre han considerado como una mentira de la llamada dictadura del General Don Augusto Pinochet.

Tan es así, que hace poco exhumaron sus restos para proceder a una auptosia con todas las garantías democráticas, esperando encontrar pruebas de un asesinato que les diera las razones que no tenían.

Y resulta -lo ha declarado su propia hija- que de la referida auptosia de desprende que el señor Allende se suicidó. De verdad, él solito, por su propia mano, sin siquiera recibir los cuidados paliativos del señor Montes, tenido por médico entre el socialismo, ni las ayudas para la muerte digna y pasaporte veloz de doña Leire.

Parace ser, por tanto -la noticia en 20 Minutos- que todos estos pijoprogres, rojimierdas y tontolabas, amén del nutridísimo grupo de los imbéciles universales, deberán pedir perdón por las infamias, calumnias, y falsedades regurgitadas durante más de tres décadas sobre don Augusto Pinochet y su Gobierno.

Acontecimiento que esperaré cómodamente sentado, porque para reconocer la verdad y disculparse por el error hay que tener un poquito de inteligencia, un algo de sensatez, un tantico de vergüenza, y un bastante de dignidad.

SOBRE COMPENSACIONES.

Cuenta El Mundo que el Tribunal Supremo ha concedido a doña María Piedad F.A., una pensión compensatoria por divorcio de 108.000 euros por haber contribuido con su trabajo doméstico a las cargas familiares durante los 15 años que duró su matrimonio; años en que nunca trabajó fuera de su casa, quedando a cargo del domicilio familiar y de los hijos.

La cantidad referida ha sido calculada a razón de los 600 euros mensuales que hubiera cobrado una empleada de hogar, multiplicada por los 12 meses del año, y por los 15 años de matrimonio.

Pero, si nos ponemos a mercantilizar las situaciones familiares, ¿no habría que calcular, asimismo, lo invertido por el marido en el alojamiento, manutención y vestido de su esposa?

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