Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 4 de julio de 2014

SOBRE LAS NUEVAS HISTORIAS.

Nuevas historias que -véanlo en La Gaceta-, son dignas del mejor humorista televisivo, caso de que quede alguno digno del nombre.
 
El caso es que al parecer existe un llamado Institut Nova História (INH), el cual, siempre según La Gaceta se ha convertido en una factoría de tergiversación histórica dirigida por su jefe de investigación, el historiador Jordi Bilbeny.
 
Lo que escandaliza al citado periódico, a mí me produce una enorme hilaridad. Creo que en La Gaceta se han dejado guiar por el nombrecito del institutillo ese, y no se han dado cuenta de que deberían interpretarlo en plural: nuevas historias, en sus acepciones séptima, octava o novena. O sea, nuevos cuentos, fabulaciones, narraciones inventadas, chismes o enredos, que sólo mentes carcomidas como Jordi Pujol o Carod Rovira pueden tomar en serio.
 
Pero hagamos por un momento como si lo creyésemos. Para facilitar la lectura, marcaré en negrita las afirmacines del Institut Nova História, y luego comentaré algo.
 
"Cristóbal Colón y los hermanos Pinzón eran catalanes."
Acerca de Cristóbal Colón hay suficientes datos para asegurar que no se sabe a ciencia cierta su origen. En mi mocedad, se le tenía comúnmente por genovés. Pero aceptemos la carencia de certezas para admitir que fuese catalán. ¿Qué nos demostraría esto? Pues que los catalans -que no catalanes- de la época eran tan tarugos como los de ahora, y no eran capaces de soltar un cuarto sino sobre seguro, de manera que su Colón catalán tuvo que emigrar para encontrar lugares donde, al menos, le escucharan. Porque son conocidos -esta vez sí, con datos- los intentos de Colón para hallar financiación a su viaje en Portugal y hasta en Francia, hasta que encontró apoyo en Castilla. No, por cierto, en Aragón, porque Fernando el Católico era más bien reacio a tomárselo en serio, y sólo la insistencia de Isabel logró que Colón llegara a América en naos castellanas. Por cierto, que de los barcos de Colón sólo uno era nao, aunque generalmente se pluralice; los otras dos eran carabelas.
 
Tres cuartos de lo mismo cabría decir de los hermanos Pinzón. Si eran catalanes, y puesto que su permanencia y arraigo en puertos andaluces está sobradamente documentada, resultaría evidente que tuvieron que emigrar de esa supuesta Catalunlla para buscarse la vida en tierras más hospitalarias.
 
"El INH catalán asegura que también eran catalanes Cervantes, Miguel Servet, Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Hernán Cortés, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola e incluso Erasmo de Rotterdam también era catalán e hijo de Cristóbal Colón."
 
Pues lo mismo. Si Cervantes era catalán, es evidente que tuvo que buscarse la vida en Castilla y -lo que es más sangrante para el catalanismo-, tuvo que escribir en castellano, que ya empezaba a ser español.
 
Miguel Servet, igualmente, tuvo que largarse de esa imaginaria Catalunlla para poder realizar sus estudios sobre la circulación de la sangre, hasta que Calvino -menos mal que a este no le adjudican un origen castellano- la tomó con él.
 
Francisco Pizarro y Diego de Almagro exactamente igual: si eran catalanes, tuvieron que marcharse a tierras más abiertas y hospitalarias, y con más futuro que la Catalunlla imaginaria del separatismo. Prefirieron cuidar cerdos en Extremadura que soportar gilipollas. Y les alabo el gusto.
 
El de Hernán Cortés es caso distinto, pues está documentada la participación de su padre en las guerras que determinaron la sucesión de la corona de Castilla a favor de la reina Isabel. Por cierto: Martín Cortés, padre de Hernán, lucho en el bando de la Beltraneja, lo cual -de ser cierto el cuento separatista- diría bien poco del seny de tal catalán, que se va de esa presunta Catalunlla para apuntarse al bando perdedor de una guerra civil castellana.
 
"... Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola e incluso Erasmo de Rotterdam..."
Bien: otros tantos imaginarios catalanes que tuvieron que salir por pies. Santa Teresa, bien jovencita, pues ya de niña -cuando se escapó con su hermano para ir a tierra de moros a buscar el martirio- vivía en Ávila. Acaso el catalán fuese su padre, y se fuera a buscar mejor porvenir para sus hijos que el de esa presunta Catalunlla pujolesca y carodroviriana.
 
Curioso sino -según los pujoletes- el de Ignacio de Loyola, capitán de Castilla herido en la defensa de Pamplona, que leyendo mientras convalecía libros de vidas de santos, sacó la idea de la Compañía de Jesús. Curioso, digo, que un presunto catalán tuviera que ponerse a las órdenes del rey castellano, y luchar por él, para ponerse en el camino de su obra fundamental.
 
Y curioso que los catalans -que no catalanes- busquen este punto de fricción con los baskos -que no vascos-, del que podrá surgir una prometedora desavenencia entre necios de la misma estirpe.
 
El catalanismo que Erasmo de Rotterdam sería el colofón que demostraría que, hasta para pensar libremente, los presuntos catalanes tenían que irse fuera de esa imaginaria Catalunlla.
 
Tristes cuentos los de estos cuentistas del pujolismo. Triste, puesto que confiesan sin darse cuenta que todas las personas de valía, para conquistar sus logros, deben escapar de la asfixiante mediocridad, de la nauseabunda catetez, del espantoso aldeanismo cazurro en que los separatistas ahogan a la auténtica Cataluña, tan rica en Historia de verdad y portentosos logros.
 

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