Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 6 de diciembre de 2011

CONSTITUCIÓN.

Si les dijera que soy un acérrimo defensor de la Constitución de 1978, nadie se lo creería. Es más: los habituales llamarían rápidamente al loquero de guardia.

Si les dijera que me gusta el sistema impuesto por la Constitución de 1978 -separatismo institucionalizado, diferente valor del voto según el lugar de residencia, desigualdad en la atención sanitaria, asesinato de los más inocentes, mercantilización de la persona, asalto continuo a los fondos públicos para fomentar el clientelismo, revanchismo por decreto, guerracivilismo descarado...- cualquier persona de bien me retiraría el saludo.

Así es que les diré lo que ya se imaginan: que la Constitución del 78 es un bodrio, es un apaño malparido en restaurantes de cinco tenedores -y porque no hay de seis-, fruto de la cohabitación -supongo que sólo política- de los traidores con los derrotados. Es una auténtica basura, que consagra la diferencia entre los españoles, que consagra el ridículo de España primero, y su desaparición despues.

No voy a decir que la Constitución es de orígen bastardo al no ser Cortes Constituyentes las que la pergeñaron y promulgaron, porque -de acuerdo con José Antonio- pienso que todo proceso subversivo de un orden vigente crea su propia legitimidad. De lo contrario, aún andaría Orison coleccionando carriquiris para lanzarlos contra Aníbal.

Pero si voy a decir que la Constitución de 1978 es el principal problema que tiene España y que sufrimos los españoles.

Dicho lo cual, aquí dejo la imagen del ejemplar de la Constitución que firmó el Rey Juan Carlos I, porque se que ese Escudo -que es el de España- joroba bastante.

Publicidad: