Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 17 de febrero de 2024

SOBRE CÓMO HACER FRENTE A LOS NARCOS.

Publica hoy El Debate una entrevista a doña Carmen Villanueva, Secretaria General de la Asociación Unificada de Guardias Civiles en Cádiz, sobre la situación de la lucha contra el narcotráfico en esa provincia.

Es interesante cuanto expone, y coloca las cosas en su sitio. Quien guste, podrá leerlo siguiendo el enlace.
Pero hay, sobre todo, una afirmación que deja claro el asunto:

–¿Cómo son estas bandas de narcotraficantes? ¿Me podría hacer un retrato de a lo que se enfrentan diariamente?
–Son gente que está muy organizada jerárquicamente. Sus presupuestos son ilimitados, o sea, disponen de unos medios tecnológicos que están a años luz de lo nuestros, y no tienen ningún tipo de aprecio por la vida humana, como se pudo ver el otro día en Barbate. Son como un ejército.

¿Está claro? Son como un ejército.
Y entonces uno se acuerda del artículo 8º de la Constitución:

1.  Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. 

Presuponiendo -acaso con cierto exceso de generosidad- que las leyes prohíben el tráfico de drogas y que las leyes forman parte del ordenamiento constitucional, es fácil concluir que -habida cuenta de que la reparación de unas lanchas tarda meses- tal vez no sea momento para ponerse a meditar pausadamente si establecemos operativos, si sacamos concursos para suministro de material, o si trasladamos recursos de otro sitio que también los necesite.
Acaso sea el momento de combatir a un ejército con el Ejército.
Pero no creo que se vaya a hacer. Y no por impedimento legal, ni por respeto a unos presuntos derechos, sino porque entonces... igual nos damos cuenta de que tampoco tenemos Ejército.

jueves, 8 de febrero de 2024

SOBRE LA VERGÜENZA AJENA.

Así dicho -soy consciente-, pocos amigos lectores sabrán a qué me refiero. Por una razón sencilla: que en España llevamos años -décadas- en que cualquier persona decente está permanentemente avergonzada de los politicastros, los periodistillos, los fiscales, jueces y gentes de mal vivir en general que nos asola por nuestros pecados. Los pecados electorales, de elegir canallas cada vez que nos preguntan los amos del cotarro.
Pero en este caso, la vergüenza alcanza cotas aún superiores. Porque los politicastros, periodistuchos, juececines, fiscaloides y demás ralea son, al fin y al cabo, producto nacional, parte de nosotros mismos, de esta España que pare pícaros y canallas y que cuando no hay héroes que los metan en vereda proliferan, medran y mangonean. 
La vergüenza de ahora es mayor, porque comprende la bajeza suprema de llamar al extranjero para que nos pongan en orden la casa que no somos capaces de limpiar nosotros. Cierto que para la limpieza necesaria -diría que urgente- hacen falta herramientas que ninguno de los partidos -tan demócratas, tan tolerantes, tan gilipollas- va a utilizar. Eso quedará para los que vengan después, cuando todo estalle, y quiera Dios permitirme tomar parte o, por lo menos, verlo.
Pero ahora, los políticos del Estado español -porque ninguno lo es de España, y que se salga de la regla el que pueda- reciben a una llamada Comisión de Venecia, que viene de parte del Consejo de Europa, para que nos arregle el asuntejo de la amnistía a los separatistas catalanes.

Y tan contentos, porque incluso hay quien fía a esta visita la intervención europea en nuestros asuntos internos que nos evite la vergüenza de tener un Gobierno cómplice del terrorismo, y culpable de traición. Cosas ambas que ya -por lo menos algunos- llevamos tiempo dando por supuestas, y ahí, justo debajo de la cabecera de este diario, tienen ustedes desde hace bastantes años la sentencia joseantoniana sobre los límites de la negligencia y el principio de la traición.
Tan contentos, porque piensan que esta Comisión de Venecia va a decir por ahí arriba, por Europa, que e España está amenazada la independencia judicial, como si alguna vez los jueces -en bloque, y con las excepciones a que haya lugar- hubieran sido independientes, y como si alguna vez los jueces hubieran siquiera sentido una ligera inquietud por la imparcialidad. Tan contentos, porque la Comisión de Venecia les diga a papá y mamá que los hermanitos menores de este estado ibérico se están portando mal.
Y tan contentos, porque esta llamada al extranjero no es siquiera cosa nueva, sino que ya se va haciendo habitual, y no hace mucho vimos la foto del ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, y el vicesecretario Institucional del PP, Esteban González Pons, negociando ante el atento aburrimiento del comisario europeo Didier Reynders.
Y sin embargo, esto tampoco es novedoso en la Historia de España, porque estos memócratas y estos estalinistas de hogaño son simplemente la escurridura de felones de mayor enjundia.
Porque Sánchez y Feijoo -con sus mariachis de guardia- no hacen sino emular a aquél grandísimo canalla que llamó a Napoleón Bonaparte para que mediara entre su padre Carlos IV y él; el traidor Fernando VII, al que hoy están dejando pequeñito.

Publicidad: