Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 9 de noviembre de 2010

El criminal siempre vuelve al lugar del crimen. (Por Eloy R Mirayo)

El criminal siempre vuelve al lugar del crimen.
Este es un axioma que raramente no ocurre. El criminal, se siente tan orgulloso de su acción, que, por lo general, siempre trata de hacer posible su identificación. Algunos, por seguridad, dilatan hacerse visibles; otros, con mayor prisa para hacerse famosos, aun escondiéndose cuidadosamente, tratan de poner su “foto” en los lugares más frecuentados. Unos más discretos, otros más notorios, todos, buscan su popularidad. Es un pensamiento primario: si soy capaz de semejante hazaña ¿Cómo voy a permitir que su ejecutor pase inadvertido?
Según algunos políticos y según algunos periodistas, yo no iré más lejos que ellos, el ciudadano Felipe González Márquez, con sus recientes declaraciones sobre el contencioso, ETA - GAL, se ha retratado como la “X” que estaba al frente de la guerra sucia que, a partir de octubre de 1983 y hasta julio de 1987, libró el gobierno socialista, en contra del terrorismo separatista que, buena parte de la sociedad vasca, creo, protegió y alimentó, como fuerza de choque para lograr sus sueños pueblerinos.
Yo (les aseguro que no me distingo por mi inteligencia) y la práctica totalidad de los españoles de buena fe, teníamos por seguro que conocíamos la cara de la persona que encabezaba aquella partida de asesinos. Solamente la entente de los partidos políticos y la Justicia, privaron a los españoles, ver entre rejas al verdadero culpable de aquellos crímenes. A cambio, agitaron a unos cuantos tontos útiles, entre ellos, Barrionuevo y Vera (dos traidores a la Falange). No deja de tener gracia que quienes apoyaron en 1978 la abolición de la pena de muerte, fueran capaces de crear una partida de asesinos, tan cobardes como los asesinos de ETA.
El criminal siempre vuelve al lugar del crimen.
Desde la fecha del último asesinato han transcurrido veintitrés años. Ha tardado mucho en mostrar su satisfacción el ciudadano González. ¡Cuánto le habrá costado esperar tanto tiempo, teniendo en cuenta lo fatuo que es! Si es cierto lo que tanta gente principal dicen, que es la “X”, habría que decirle, yo le digo, que junto a veintitrés asesinos etarras, también fueron asesinados por error, cuatro personas y nueve heridas, entre ellas dos niñas, que nada tenían que ver con los asesinos de ambos lados.
En septiembre de 1975, a menos de un mes de la muerte del Generalísimo Franco, fueron ajusticiados, con conocimiento general, José Humberto Baena; José Luis Sánchez Bravo; Ramón García Sanz; Juan Paredes Momt y Ángel Otaegui. Desde 1983 hasta 1987, fueron arteramente asesinados, por una partida de asesinos salidos de la cloaca del Ministerio del Interior de España, en manos del partido socialista, veintitrés terroristas y cuatro inocentes (el número de asesinatos podrían ser más). ¿Es posible que no vean la diferencia?

Eloy R. Mirayo

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