Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 19 de diciembre de 2018

SOBRE LA PROPAGANDA DE VOX.


Que sigue siendo la gran fuerza a batir, el enemigo irreconciliable, el coco y la bruja piruja de los partidos políticos, de los periodistas mercenarios y de los tetulianos (no es errata) a sueldo.

Uno comprende que para los rojos, rojillos, rojetes y rojazos, un partido que se propone hacer exactamente lo que pide el ciudadano sea mala compañía; uno entiende que para liberales, liberalitos, liberaletes y liberaloides, un partido que no se pliega -al menos sobre el papel- a decir que todo vale, que nada es seguro, que todo depende, que ya se verá (que es el gran dogma del liberalismo), y propone ideas claras, no es buen compañero. Uno admite que para los periodistas y tertulianos y otra gente que vive del cuento, un partido que no comulga con las gilipolleces políticamente correctas de los tópicos y los estereotipos, no es agradable.

Uno entiende, en fin, que para los peperos Vox es la bicha y mejor ni mentarla, porque se nos lleva la clientela que creíamos tener enjaulada; que para los niellossabequecoñoson de Ciudadanos, Vox es la sombra de lo que quisieron ser y no llegaron o, por mejor decir, son lo que sus votantes quieren que Ciudadanos sea, y los mandamases no se atreven porque lo suyo es nadar y guardar la ropa. Mucha ropa.

Uno entiende que para la distinta gradación de rojos -desde la ultraizquierda del PSOE hasta los estalinistas de Podemos, pasando por los anarcoidiotas varios y analfabetos- Vox es lo que ellos llaman ultraderecha, porque no tienen ni puta idea de nada ni se les ocurre otra forma de intentar asustar a los votantes. ¡Que viene el fascismo! es la gran conseja para asustar a los tontos que no piensan, pero votan.

Y todos ellos arremeten contra Vox, dispuestos a llegar -caso de los de Ciudadanos- a las más rocambolescas carambolas para dejarlos fuera. O -caso del PP- a ningunearlos, metiendo la cabeza en la urna de la ignorancia para no darse por enterado de que Vox existe. O -caso de periodistas y tontulianos- quejándose porque Vox exista.

Y todos ellos -sin darse cuenta, porque son así de tontos- le están indicando con su actitud al ciudadano que vota y está harto cual es el camino que debe seguir. Le están diciendo que si quiere que las cosas cambien, no vale votar al PP, ni a C´s, ni al PSOE, ni a Podemos, ni a las muchas mierdas que llevan adheridas. Que el único camino que le queda al ciudadanito votante y callante para cambiar algo, es Vox.

Y también están diciendo que para ellos el ciudadano votante no vale para nada. Que si el ciudadano votante elige una opción distinta a la que mandan los amos del sistema, su voto no cuenta. Que si el ciudadanito votante y callante se atreve, por una vez, a hablar en las sacras urnas, y dice algo que no le gusta a los amos, su voto no debe tenerse en cuenta.

Porque esto es lo que PP, Ciudadanos, rojos varios, periodistas mercenarios y tertulianos a sueldo, le están diciendo al 11% (once por ciento) de los votantes en las pasadas elecciones autonómicas andaluzas, y quizá la forma de que los corruptos de un sistema de por sí corrupto se bajen del limbo, sea votar a quienes no desprecian su voto.

Que no es -vaya por delante- mi opción; pero sin duda es la que más daño puede hacer a esta memocracia de mierda, donde los partidos políticos desprecian y los periodistas regañan a uno de cada diez ciudadanos por elegir libremente.



No hay comentarios:

Publicidad: