Colada, por llamar de alguna forma que el fiscal permita, a la mala educación de
la señora alcalda -porque esta también, como la señora Carmena, es una alcalda-
de Barcelona.
Señora alcalda que ayer, en una cierta feria educativa de
la ciudad que sojuzga, al ser saludada respetuosamente por dos militares -uno de
ellos un Coronel, y el otro no alcancé a distinguir las
estrellas- les dijo que no me gusta que estén en el salón, por aquello de
separar espacios.
Realmente, no comprendo qué espacios necesita la
señora alcalda que le separen, aunque sí me parece comprender su actitud, basada
en la supina ignorancia, porque estos y estas perroflautas y perraflautas, que
son el colmo de la modernidad, la progresía y la democracia, deberían saber que
su origen -el de la democracia en Europa, digo- procede de la Revolución
Francesa, que entre otras muchas cosas -muchas de ellas malas, aunque no todas-
dio origen a los ejércitos nacionales.
El origen de los ejércitos
modernos -para colaus y demás tontoflautas: lo que en Historia se considera Edad
Moderna y posteriores-, se basa, por tanto, en el pueblo en armas, lejos
de los ejércitos feudales, levantados por los nobles y casi más a su servicio
que al de la Corona; es decir -nuevamente para perroflautas colados- del
Estado.
Sentado este precedente -o sea, que el Ejército es el pueblo en
armas- que los tontos ignoran profusamente, cabe recordar que en las Fuerzas
Armadas se imparte una formación académica al menos igual -y por lo general
superior- a la que se pueda obtener en los demás centros educativos.
Evidentemente, los cacaflautas -en su oceánica ignorancia- desconocen que los
alumnos de academias militares salen de ellas con los títulos de oficial que les
corresponden, pero con estudios de diversas ramas del saber -ingenierías,
idiomas- en nada inferiores -y en mucho superiores- a lo que puedan aprender los
desgraciados alumnos de Universidades, como la Complutense, que caigan en manos
de profesorcetes políticamente enchufados como Iglesias, Errejón y otros
ejemplares de quiste hidatídico universitario.
Pero, dicho todo esto -y
callado mucho más que se podría decir, pero que ocuparía demasiado de forma
innecesaria, porque el que lo sabe no lo necesita, y el que lo ignora jamás será
separado de sus tópicos por la razón- debo reconocer que me preocupa mucho más que la mala
educación, la ignorancia, la zafiedad de la Colau -sin señora-, las razones
esgrimidas por ciertos comentaristas de radio y prensa en defensa del
Ejército.
Defensa basada en que ya llamará la Colau -sin señora- al
Ejército si surge alguna desgracia -además de tenerla como alcalda- en su
ciudad; que el Ejército ayuda en inundaciones, incendios, nevadas, emergencias
de todo tipo. Que el Ejército realiza admirables obras sociales y humanitarias
en países extranjeros.
Comentarios que son ciertos, porque nada mejor que
una organización debidamente jerarquizada y disciplinada para hacer lo que hay
que hacer y cuando hay que hacerlo; pero comentarios que reducen a los Ejércitos
al papel de oenegés suministradoras de agua embotellada, aspirinas y
tiritas.
Y los Ejércitos no están para eso -aunque lo hagan, y lo hagan
bien-, ni son eso. Ni siquiera están los militares para sustituir a los ineptos
poderes civiles cuando vienen mal dadas, y ocurre una desgracia a la que estos
son incapaces de hacer frente porque se han gastado los cuartos en fiestorros
zafios y groseros; o cuando una acumulación de idioteces pone la sociedad al
borde del colapso como, por ejemplo, cuando una ciudad como Málaga está a un
paso de la emergencia sanitaria porque nadie hay con lo necesario para retirar
de la circulación las basuras, ni a los que impiden recogerlas.
Y por
supuesto, no estoy diciendo que el Ejército deba salir a recoger la basura, sino
que sería bueno que acompañase a los encargados de ello, tanto para animarles en
su labor, como para dialogar con los piquetes incendiarios y cachiporreros en el
lenguaje que fuese menester.
A veces hace falta poner un poquito de
cordura en mentes calenturientas; animar al entendimiento entre gentes de bien y
colaus que se cuelan; centrar los diálogos entre tanto besugo, y en esos casos
viene bien contar con personas que, por profesión y vocación, son incluso
capaces de mantener la sonrisa y la compostura ante los barriobajeros, los
vagos, los maleantes y los snob. Así lo vio un ministro socialista y zapateril,
José Blanco, y a nadie le pareció fuera de lugar que enviase las tropas a
supervisar el trabajo de los controladores aéreos. Controladores que -todo sea
dicho- afirmaron trabajar mucho más a gusto, y mejor tratados, bajo supervisión
militar que bajo las órdenes de sus jefes habituales.
Pero incluso aunque
los militares sean capaces de acoger, con la conmiseración que merecen, a estos
pobres desgraciados colaus que no saben nada, pero lo vociferan todo, los
Ejércitos no están siquiera para cuidar gamberros, tarados o tiorras. Los
Ejércitos están para preservar la paz y -si Dios no lo impide- para hacer la
guerra cuando los políticos nos lleven al abismo, como suelen. Están para
garantizar -por mandato de la Constitución pergeñada por los políticos- la
Unidad de España y su integridad territorial.
También, a veces, a algún
militar le es concedida la ocasión de enseñar al que no sabe, y ocurre como en
la visita de Su Santidad Benedicto XVI a España, cuando la Puerta del Sol estaba
llena de rojimierdas, cacaflautas, hideputas a granel y canallas en general, que
en opinión de la Policía allí destacada podrían poner en peligro el tránsito del
Cristo de la Buena Muerte por la plaza, camino del lugar asignado para la visita
del Papa, por lo que aconsejaba variar el itinerario. El oficial legionario que
mandaba la tropa, con la determinación y la sobriedad propias de quien sabe
mandar hombres, repuso que él tenía sus órdenes y las iba a cumplir, y que quien
quisiera impedirlo se atuviera a las consecuencias.
Evidentemente, ante
el Cristo de la Buena Muerte llevado a hombros y escoltado por sus legionarios,
no hubo ningún incidente. Y es que hay situaciones en que basta con saber
manera.
2 comentarios:
Que bien ha hecho usted en recordarnos el paso del Cristo de la Buena Muerte por la Puerta del Sol. Creo que cuando los legionarios empezaron a cantar "Soy el Novio de la Muerte", aquellos valientes (je)que escupían e insultaban a los jóvenes católicos de todo el mundo desaparecieron y apenas se les podía seguir el rastro canelo que dejaban por el suelo.
Siga dando su opinión libre, don Rafael.
Gracias, amigo Saturnino José.
Aquello, en efecto, muy revelador. Por decirlo de alguna forma, marca la diferencia entre los que andan con paso firme y los que corren.
Un abrazo.
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