La Constitución Española, es para los partidos políticos lo único que importa -de boquilla-, porque un partido político al uso no puede decir ni en sueños que lo que importa es España. Eso le haría quedar incurso en el oprobio, en esta sociedad de ciudadanitos, ciudadanitas y ciudadanites hechos a imagen y semejanza del sistema, que lleva casi medio siglo manipulando niños con la complacencia de sus señores padres y madres para hacerlos blanditos, maleables y, sobre todo, antifascitas. Ser fascista -hoy en día- es un crimen horrendo, y consiste básicamente en decirle que no al que reparte credenciales de democracia.
Total, que me voy de caña: que la Constitución Española, en su artículo 14, establece que todos los españoles son iguales ante la Ley, y que no vale hacer distinciones por religión, pensamientos y todo eso que sería muy loable si alguna vez se cumpliera.
Esto viene a cuento de algo, que es lo siguiente: según aparece hoy en 20 minutos, el Juzgado de lo Penal número 3 de Castellón ha absuelto a una asociación feminista y a su presidenta de los delitos de odio y amenazas contra el presidente de Vox, Santiago Abascal, en relación a unas pintadas donde se veía el rostro del político con un punto rojo en la frente que simulaba un disparo, según ha informado el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana.
La magistrada establece en la sentencia que no ha sido posible determinar la autoría material de las imágenes y tampoco ha quedado acreditado que éstas incitaran a la comisión de actos violentos.
Digo yo, desde mi desconocimiento de la Ley y desde la ignorancia de todos esos intríngulis que usan los juristas, que hacer pintadas simulando un asesinato de persona conocida y -evidentemente- odiada por sus ideas no es lo ideal para una convivencia sana.
Miren, sin ir mas lejos, la que se ha armado porque unos cuantos manifestantes se liaran a palos con un kiliki que tenía cierto parecido con el señor Presidente del Gobierno don Pedro Sánchez, que tras decirle los jueces que apalear un muñeco no era un delito, se ha definido como colectivo vulnerable -porque don Pedro Sánchez ya ha dejado de ser persona física y ahora es ya un colectivo, al parecer- para que los presuntos culpables de sacudirle estopa a un cabezudo de feria den con sus huesos en la cárcel, como si fueran unos Oteguis o Puigdemones cualquiera.
Para quien se pregunte, legítimamente, qué es eso de un kiliki, aclararé que es la forma en que en Navarra -posiblemente también en Vascongadas, aunque lo desconozco- se denomina a los tradicionales cabezudos de las comparsas festivas. Me vino a la cabeza -nunca mejor dicho, aunque la mía no alcance el tamaño de la del kiliki Sánchez- con el recuerdo de una divertidísima escena de la Plaza del Castillo del maestro Rafael García Serrano. Valga, pues, como explicación para quien desconozca al mejor escritor en lengua española de todos los tiempos.
Y valga también para expresar que, desde mi modesto punto de vista, pintar asesinatos en las paredes es ligeramente más grave que apalear una piñata.
¡Coño, en Valencia llevan la tira de tiempo quemándolos en las fallas, y nadie ha dicho nada de momento!
(Aunque eso último no se si debería escribirlo, no vayan a darse cuenta ahora los gilipollas).
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