Reflexión -como siempre acertada- de mi camarada Arturo Robsy que no me resisto a ofrecerles:
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Las tomamos por eso, por coincidencias, pero las casualidades no existen desde Aristóteles. Sabía que todos los hechos de este mundo son Causalidades. Todo procede de una causa y se convierte en causa de otro hecho. Por ejemplo, ¿sin televisores estaríamos en el mismo mundo de acoso a la verdad, o sea, en un universo sucedáneo y falso como la cabra que conduce a las ovejas al matadero? Judas la llaman.
Pero la falsa casualidad que me chocó ayer, pese a conocerla de antiguo, es que en la Plaza de la Lealtad está la Bolsa, con los cuartos que se le escapan hacia bolsillos lejanos.
Unir -de nombre al menos- la lealtad (en origen es "legalidad") con el proceso de evaporación de los bienes, responde a la causalidad: se ha tratado, siempre aquí, del disimulo abyecto, del nombre cambiado que reverdezca lo caduco: esos métodos social-comunistas.
Pero no hay más que volverse a los tiempos de Cristo y a los cuadros de la Última Cena: Judas, ejemplo de lealtad, era el que llevaba la bolsa. Hay una relación milenaria entre el dinero y la traición, entre la bolsa y la deslealtad. Y no es casual, no.
Arturo
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