Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 1 de noviembre de 2025

SOBRE MÉJICO Y PEDIR PERDÓN.

Ese señor apellidado Albares, que dicen que es Ministro de Asuntos Exteriores de España, ha tenido a bien insinuar una especie de solicitud de perdón por la Conquista de Méjico.

Y yo me siento obligado -a mi vez- a solicitar perdón; sin subterfugios, sin excusas, sin insinuaciones. Pedir perdón sin ambages.

Pedir perdón a Hernán Cortés, por no haber mandado al carajo -pregúntele a un marino lo que eso significa, señor fiscal, antes de hacer el ridículo- a ese fulano Albares y, por supuesto, a su amo prevaricador, hermano de defraudador y marido de suplantadora.


Pedir perdón a Hernán Cortes, por no haber pateado los menudilos de tanto hijo de puta que en esta malhadada España habla de genocidio en Méjico, cuando basta asomarse a la televisión para ver que los descendientes de los mexicas gozan de buena salud. Y eso, aunque estén sometidos por los señoritos criollos; por los hijos de los españoles que se quedaron allí y desde entonces siguen mangoneando sin tener puta idea de cómo se gobierna un país, según demuestra que perdieran más de la mitad del territorio que les legó España cuando se retiró, gracias al traidor y golpista General Rafael del Riego, que es el verdadero artífice de la llamada independencia de América.

Pedir perdón a Hernán Cortés por los gobernantes españoles que no fueron capaces de mantener al Virreinato de la Nueva España beneficiando a los nativos, a esos que lucharon bravamente contra los señoritos separatistas que les robaron la Patria a la que tenían derecho y les dieron un sucedáneo derivado en dictadura centenaria y corrupta del PRI, y en un narcoestado criminal de su propio pueblo.

Pedir perdón a Hernán Cortés por no haber defendido ni siquiera de palabra, salvo algunos de los grandes escritores de la lengua española, como Rafael García Serrano, o de los grandes historiadores como Marcelo Gullo Omodeo, la obra de aquellos españoles que concitaron la adhesión de todos los pueblos americanos que ansiaban liberarse de la esclavitud -incluso "gastronómica"- de los mexicas.

Pedir perdón a Hernán Cortés por no hacerle un corte de mangas a la charanga narcoterrorista que desgobierna en el querido Méjico, a los mariachis de la lengua larga y la mano pedigüeña, a los sinvergüenzas que reniegan de España mientras hablan -rebuznan- en español. 

Pedir perdón a Hernán Cortés por no tener un Ministro de Asuntos Exteriores capaz de decirle a los pervertidos envenenadores del pueblo mejicano que se vayan al teocalli mayor y se hagan extraer el corazón con un cuchillo de obsidiana.

O, en su defecto, a tomar por culo.



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