Para mi, esta Fiesta Nacional es un día que cada año tiene menos de alegre y, a cambio, me acerca cada vez más a la ira. Esa ira que irremediablemente termina en esa emoción prohibida -porque esta democracia prohíbe las emociones- que ha merecido una Ley.
Tiempo habrá, si acaso, de comentar las necedades, las mentiras, las hijoputadas de los cabrones -y cabronas, y cabronos- de guardia.
Pero hoy me quedo, sobre la ira, con la tristeza. Porque hoy se cumplen treinta y tres años del día en que mi camarada Rafael García Serrano se fue a los luceros.
Vean mi recuerdo, si les place, en El Correo de España.
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