Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 18 de noviembre de 2008

SOBRE LA CUPULA.


La de la llamada sala de los Derechos Humanos del Palacio de las Naciones de Ginebra, que ha costado medio milloncejo de euros a España; medio milloncejo que -dice el secretario de Estado de Economía, David Vegara- aunque parte salga de los FAD, lógicamente no se va a contabilizar como ayuda al desarrollo.

Esto me tranquiliza mucho; más que nada, porque no quiero ni pensar en lo que iba a opinar de los españoles el pobre desgraciado al que, en lugar de arroz o harina, le dieran fotos de la dicha cúpula.

Algo me preocupa, no obstante, de lo que se desprende de las palabras del señor Rodríguez. Y es que ha afirmado -en El Imparcial lo citan como textual- que la obra de don Miguél Barceló simboliza una cueva primigenia que reúne bajo su techo a todos los seres humanos, y añade que quiere ser reflejo de la España del siglo XXI, de su energía, de la confianza en sí misma y en el futuro.

Vamos, que la España zapatiestera del siglo XXI es una cueva, y los progres tan contentos. Cojonudo.

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