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lunes, 24 de diciembre de 2018

SOBRE LA FELICITACIÓN NAVIDEÑA.


La que corresponde hacer, por la fecha, a los españoles de buena voluntad. A los españoles que lo son, lo saben y lo ejercen. A los españoles que trabajan y se ganan el pan dignamente; a los que el sistema condena al paro y la desesperación; a los que sufren en silencio cuatrienal los despropósitos de los mangantes con despacho y coche oficial; a los que soportan con dignidad a todo tipo de ladrones, asesinos, violadores, y gamberros.

La felicitación para los camaradas, los hermanos en España, nuestra madre, y para todos aquellos que conservan el santo orgullo de ser españoles, una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo.

La felicitación que corresponde hacer a cuantos, desde la exasperación, tienen lista la vela para Sanseacabó y sólo esperan que alguien les diga dónde encenderla.

Para los demás; para los asesinos protegidos por el sistema; para los violadores liberados a los pocos años del crimen; para los ladrones con más derechos que los robados; para los sinvergüenzas que viven a costa de los demás; para los políticos de todo color, pelaje y obediencia; para el sistema que engendra, cría, cuida y protege a la peor canalla conocida en la Historia de la Humanidad, sólo cabe desear que sufran lo mismo que ellos reparten.

Y para los canallas que nos quieren llevar al pasado para ver si desenterrando un cadáver consiguen ganar la guerra que sus ancestros perdieron por cobardes, mi desprecio y mi maldición. 

Que ya se que no es un deseo muy navideño ni muy cristiano; pero uno piensa que Dios Nuestro Señor, principio de todo, también ha de serlo del sentido del humor, y que no estaría mal que se descubriese a otro ministro ladrón, a otro ministro prevaricador, a otro ministro falsario de titulaciones académicas; que no estaría mal que Perico el Desenterrador volviera a obtener un éxito en su carrera de derrotas, y cosechara un nuevo resultado electoral que hiciera bueno el anterior; que no estaría mal que la patrulla de la Guardia Civil que protege cierta casita serrana tuviera un despiste, y a don Pablo Iglesios y doña Irena Montera le entraran okupas en el chalecito. En fin, cositas así, sin acritú que decía don Felipe González. 

O con acritud, ¡qué coño!, y que les pase lo que la mayoría de los españoles les desea, aunque no se atrevan -por aquello de la libertad de expresión- a decirlo en voz alta.

Feliz Navidad, hermanos, camaradas, españoles. Y a los demás, que los zurzan.



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