NOVIEMBRE Y LA MUERTE No fue un día como tantos cuando las bocas de fuego te sacaron de la vida para que fueras eterno. El alba te vigilaba desde el último lucero y el sol aguardaba, oculto, con miedo a tus labios muertos, el momento en que la tierra se impregnara de tus sueños. Te saliste, tan glorioso, de tu traspasado cuerpo, que tus palabras hablaban cuando tú ya eras silencio. El yugo de tus prisiones no te aplastó con su peso, ni fueron aquellos tiros los que cortaron tu aliento: la voluntad te llevó de la verdad al lucero y en ti quisieron matar al corazón de tu tiempo. No fue un día como tantos cuando las bocas de fuego te hicieron para la vida mientras rompían tu cuerpo. La sangre que te envolvía te ascendió a jefe perpetuo de cuantos vamos a España por los caminos derechos. Arturo Robsy. |
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