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viernes, 15 de julio de 2016

SOBRE MI CAMARADA ARTURO.


Que hace dos años que está en los luceros.

Me refiero -los habituales ya lo saben, pero por si acaso- a Arturo Robsy, camarada, amigo, maestro. 

Cada día leo menos prensa, y hace años que no veo informativos de televisión. Ni siquiera le presto atención a la radio, aunque a veces la tenga puesta. No me interesa la dosis periódica de corrupción, el suministro habitual de prepotencia y soberbia -o de catetez y esnobismo, que casi es peor-; el menudeo diario de mierda. No me interesa porque ya tengo asumido -desde que el guerracivilismo de un señor Rodríguez saltó al BOE- que ya no cabe más solución que esa que ustedes están pensando, y que la libertad de expresión para chulos, macarras, asesinos, ladrones y sinvergüenzas no me permite expresar.

Y pienso en qué artículo escribiría Arturo; en qué baño de humor les daría a estas malolientes cagarrutas que nos mandan y se desmandan; en qué misericordioso rapapolvo les echaría a tanta hetaira aficionada, a tanto maricomplejines, a tanto cateto, a tanto cervantino hideputa.

Nos hemos quedado sin ello, y bien que se nota. Pero en este enlace pueden ustedes descargarse algunas obras de mi camarada Arturo -que él, señor fiscal, declaró de libre distribución para uso no comercial- y en ellas encontrará lo que diría hoy. Porque los papanatas, los tontos, los cazurros, los cabrones y los hideputa siguen siendo iguales, no cambian, no retroceden, no desisten. Y el traje que tantas veces les hizo Arturo les sigue quedando a la medida.